Cástor Díaz Barrado

Otra vez fronteras

La Razón
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La crisis económica está teniendo muchas más consecuencias de las que cabría esperar y nada hacía presagiar que la integración europea se resintiese tan notablemente por la crisis financiera internacional. Lo peor es que los efectos de lo económico no se reflejan sólo en este ámbito sino que, por el contrario, tienen consecuencias de toda índole. El retorno a lo local y a la defensa a ultranza de los propios intereses no es una buena noticia en la sociedad internacional contemporánea. La decisión de reforzar las fronteras en Europa y los componentes que anuncian que, en un futuro no muy lejano, se pongan trabas a la libre circulación de personas puede encontrar justificaciones coyunturales, pero no es el mejor camino para asegurar la integración entre los europeos. Lo realmente preocupante es que la sociedad europea percibe, a mi juicio equivocadamente, que lo local y lo reducido ofrece mayores garantías de éxito que lo universal y lo ampliado. Hay que hacer frente a la crisis de los refugiados mediante la ordenación de los flujos migratorios y en el respeto de los derechos humanos. Hay que combatir, por todos los medios del estado de derecho, al terrorismo internacional. Pero hay que asegurar que la integración europea siga adelante y que no volvamos a la oscuridad de los nacionalismos. Es algo más que economía y algo más que voluntad política. La decisión de integrar es la afirmación de una identidad europea evolutiva. La crisis económica y el desánimo político que habitan en Europa se combaten con más integración y no escuchando las voces de quienes, dentro y fuera del Parlamento Europeo, proclaman, desde la derecha y desde la izquierda la desaparición del proyecto europeo. Estamos atravesando un momento de definiciones para la construcción de Europa y ahora no es posible dar pasos atrás en lo que con tanto esfuerzo se ha conseguido. Las fronteras en el interior de Europa es lo contrario a la idea de Europa.