Julián García Candau

Otro Cristiano

El día que Cristiano apareció ante los medios informativos en conferencia de prensa, comparecencia que también protagonizaron Casillas y Ramos, fue ruptura de la ley del silencio impuesta por el temperamental Mourinho. Ocurrió que Cristiano mostró características humanas que desconocíamos. Desde entonces fomenta una visión del personaje distinta a la que teníamos. Sigue marcando goles, cualidad que le permite llevar al equipo a la victoria, pero no se parece tanto a aquel muchacho engreído y tontín que pareció ser condición natural. Ya no tiene reacciones que le creaban antipatías. Ahora, además de ser la palanca que mueve al equipo, y de manera tan brillante, desea convertirse en el salvador de Mourinho.

Primero se fue al banquillo a celebrar con su entrenador el gol que acababa de marcar a la Real. Tras la eliminación del Celta salió a la palestra a pedir comprensión, apoyo y cariño hacia su entrenador. Afirmó que para que el equipo alcance triunfos es imprescindible la unidad y para que la misma sea efectiva reclama al Bernabéu, que en lugar de silbar, aplauda al técnico. Y antes se interesó por el lesionado Mallo.

Es loable su tarea. Redimir al entrenador de sus muchas culpas es complicado. El público le puede perdonar su falta de estilo, su insistencia en buscar enemigos y reacciones como la de pegar un balonazo contra el túnel de vestuarios por un error arbitral. No le puede disculpar su paranoia de querer convertir a Casillas en suplente de Adán.

Posdata. El cambio de Cristiano, bueno para el Madrid. Don erre que erre, malo para todos.