Alfonso Ussía
PACMITA
Más de 17.000 patos han sido sacrificados en Cataluña por un contagio de gripe aviar. No se especifica si se trata de patos o de ocas, por tratarse de una granja que sobrealimenta a las anátidas para provocarles la enfermedad hepática cuya consecuencia es el «foie-gras». De joven, en Las Landas visité una granja de ocas destinadas a la cirrosis. Apenas se podían mover y les metían el alimento que no demandaban con un embudo. Ese proceso cruel tiene como desenlace el delicioso «foie-gras», trufado y sin trufar. El hígado graso, en resumen.
Si la consejería de Agricultura de la Generalidad de Cataluña ha decidido el sacrificio de esos 17.000 patos, ocas o gansos, habrá sido por el bien de la industria y con el fin de evitar el contagio al resto de las vecinas granjas gerundenses. Estoy seguro de que algunos de los propietarios de las granjas productoras de «foie-gras», patés y demás delicias gastronómicas, aplaudieron la prohibición de celebrar corridas de toros en Cataluña. Y me atrevo a intuir que la tortura de las anátidas sobrealimentadas, a los de PACMA les importa un bledo. Con los toros, la caza limpia y leal, son PACMA. Con los cabritos degollados en las calles de las ciudades por los alfanjes de los musulmanes y las ocas o patos cirróticos de las granjas de Gerona, son PACMITA. Es decir, un PACMA más chiquitín y menos exigente.
Esos patos obligados a enfermar sus hígados con la quietud y la sobrealimentación, no conocen el privilegio de la vida en la dehesa. Toros bravos, vacunos de carne y leche y cerdos ibéricos, maduran en los escenarios más cuidados de nuestros paisajes. Y los jabalíes, venados, gamos y muflones, que combinan la dehesa con la sierra cerrada. Y los corzos del bosque y del sembrado. Y los machos monteses y rebecos de las cumbres rocosas. Si a los animales les dieran la oportunidad de elegir, todos optarían por la libertad, a pesar de las corridas de toros y de la caza, de las que la gran mayoría se libra. Pero una granja de sobrealimentación de ocas y patos condenados a enfermar del hígado, sinceramente no es vida. Es agradable para los humanos, que disfrutamos con el «foie-gras», los patés y demás glorias de la gastronomía, pero los pobres ánades, o ánsares internados en esos campos de concentración, no lo pasan bien. Y del mismo modo que la fiesta de los toros es arte en movimiento, poesía, escultura, música, literatura, cine y pasmo, los hígados de las ocas enfermas son exclusivamente «foie-gras», que está muy bien, pero nadie las defiende.
Los cerdos de granja viven mucho mejor que las ocas, y hasta me atrevería a asegurar que las gallinas industriales, como los patos en cuestión, tampoco se divierten en exceso ni se respetan sus derechos de seres con sensibilidad. Allí, quietas en compartimentos diminutos, poniendo huevos o engordando para caldos, las pobres gallinas carecen de PACMAS que se interesen por ellas. Pero gracias a sus sacrificios, tenemos pollos, pechugas, patas, caldos y huevos, aunque no alcancen la calidad en sus cuerpos y sus productos que ofrecen las gallinas que picotean en libertad.
El «foie» de calidad es una maravilla. El proceso para conseguirlo, es de una crueldad ilimitada. Prueben los de PACMA a permanecer en quietud absoluta y cada cierto tiempo, durante todos los días de su vida, recibir la visita de un individuo que les introduce por un embudo adaptado a sus bocas el alimento que no precisan y que les repugna. No creo que fueran capaces de soportar semejante tortura más de veinticuatro horas.
Si todos los animales son seres con sensibilidad, patos y ocas merecen mayor respeto. Si PACMA exige la prohibición de las corridas de toros, que haga lo mismo y con igual energía con las granjas de anátidas cirróticas. Si la humanidad puede vivir sin el arte de la tauromaquia, también puede hacerlo prescindiendo del «foie-gras», trufado o sin trufar.
Ocas, patos y gansos del mundo...¡uníos!
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