Reyes Monforte

Pan y circo

Toca armarse de paciencia porque entramos en una etapa –de hecho, ya hemos entrado hace tiempo– en la que vamos a estar escuchando todo tipo de promesas y todo tipo de peticiones que tienen los mismos visos de cumplirse y de atenderse que las predicciones de los videntes que copan la parilla televisiva de madrugada.

No sé si a estas alturas queda algo que decir sobre el aborto. Sinceramente creo que no. De hecho, el problema puede que resida en que hay muchas personas diciendo muchas cosas sobre algo que, en la mayoría de los casos, no les corresponde a ellos decidir o les corresponde poco. Debe ser una de las consecuencias de haber convertido el país en una enorme tertulia con miles de tertulianos que repiten lo que oyen y oyen lo que otros repiten. Con el aborto sucede algo parecido a lo que ocurre con el fútbol: todos tenemos una opinión, todos nos creemos en el uso de la palabra y, por supuesto, todos nos creemos en posesión de la razón. Y al final a quien se cargan suele ser al mismo: al entrenador. Es cierto que el símil puede sonar un poco a pan y circo, pero es que hay pocos temas tan fundamentales que se traten tan frívolamente, y cuya resolución final cambie como de la noche al día dependiendo de quién ocupe el Gobierno, como si eso fuera lo realmente importante. Hablamos de una madre y de su hijo, que son los que deberían hablar. Y esto parece el Orfeón Donostiarra en plena gira de verano. Al final, el pan y circo se nos queda corto.