Ángela Vallvey
Para Año Nuevo
He confeccionado una lista con mis objetivos para este año que comienza. A saber: viajar a una isla paradisiaca (fiscalmente) donde no tengan negocios los hijos de Jordi Pujol. Escribir una oda al único hijo no imputado de Jordi Pujol. No pedir una subvención para publicar mi «Oda al hijo no imputado de Jordi Pujol», porque de todas formas no iban a dármela. No volver a presentarme a premios de poesía. Aceptar que, antes de que a mí me den un premio de poesía, entrará un rico, un camello y hasta un consejo de ministros al completo por el ojo de una aguja.
Hacer un cursillo del Ayuntamiento para aprender a confiar de nuevo en la meritocracia, la justicia poética y Papá Noel. Hacer un máster cuyo objetivo sea cualquier otro imposible o una ingenua idiotez propia de un mundo perfecto, pero que me ayude a pasar las chinchorreras tardes del verano mesetario con otro título inútil al que aferrarme cuando todo se derrumbe a mi alrededor. Enmarcar todos mis títulos, incluida aquella entrañable etiqueta de Anís del Mono conquistada en 3º de BUP, y colgarlos en un sitio en el que luzcan y puedan abrirme nuevos horizontes profesionales, por ejemplo en el Facebook de Miley Cyrus.
Rodear mi jardín con una valla medianera como la de Melilla, a ver cómo se le queda la cara a mi vecino, el de los árboles caducifolios. Abrir en Andorra una cuenta corriente como todo el mundo; vamos, lo común y corriente: unos doce millones de euros. Llevar una relación de los famosos que entran en la cárcel y comprobar a diario que no aparece en ella el hijo no imputado de Jordi Pujol.
Adoptar un perro entrenado para detectar billetes. Entrenar al perro para que me enseñe a mí a detectar billetes.
Y ya.
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