Ely del Valle

Pata de banco

No tenía a Mariano Rajoy por hombre poco dado a la coherencia. Sí, todos sabemos que no siempre ha hecho lo que dijo que iba a hacer, pero cuando esto ha ocurrido ha dado explicaciones que podrán o no convencer, pero que ahí están. Por eso, precisamente, llaman poderosamente la atención sus declaraciones en contra de que Cristina Cifuentes sea la próxima presidenta del PP de Madrid, aunque se convierta en la presidenta de la Comunidad, y ese deseo repentino de volver a una bicefalia que acabó cuando García-Escudero y Ruiz-Gallardón dejaron de ser, respectivamente, la voz y el verso suelto de los populares madrileños para ceder el mando a la prosa sin metáforas de Aguirre.

Decir lo que ha dicho, cuando en el resto de las comunidades ambas presidencias, la del Gobierno y la del partido, están en manos de la misma persona, no tiene ninguna lógica. Añadir, acto seguido, que desea que Dolores de Cospedal, presidenta del Gobierno y del partido en Castilla-La Mancha, siga siendo secretaria general del PP roza la grosería hacia quien él mismo ha designado para asegurarle un feudo que no se puede permitir perder so pena de llegar a diciembre más tocado que la pandereta de un tuno.

Si la polémica con Esperanza Aguirre fue inoportuna, la que ahora abre el propio Rajoy es, además, gratuita. Le bastaba con remitirse a lo que se decida en el próximo congreso regional, y aquí paz y después gloria. Nadie le obligaba a definirse como lo ha hecho, ni a dar pellizcos de monja a quien no se los merece.

La suerte que va a tener es que Cifuentes, que parece que es la única que se ha dado cuenta de que lo que se necesita es menos circo y más pan, sólo está dispuesta a arremangarse para trabajar y no para liarse a bofetadas dialécticas. Eso que gana.