Julián Redondo

Pep y Beck

El Bayern de Heynckes, equipo campeón, rocoso, vertical, alemán, cuadriculado, espartano. Un equipo hecho; pero Heynckes, que tiene mucho dinero, padre de hija única que se gana divinamente la vida, anticipó su jubilación. El relevo, Pep Guardiola. Con él, la sucesión no sería traumática y prevalecería un modelo futbolístico, con el dominio del balón y el control del partido; más el refuerzo de Götze, jugador descollante de la Bundesliga en el rival más próximo, el Borussia Dortmund.

Empieza el baile. El nuevo entrenador reclama una incorporación más, Thiago Alcántara. No hay problema, ni siquiera con el Barcelona, incapaz de retener al futuro cerebro de la Selección. Y para la siguiente temporada, Lewandowski. El prisionero Hoeness y Rummenigge no ocultan su entusiasmo, están satisfechos porque saben qué entrenador quieren. Están convencidos de que con esta decisión el Bayern continuará progresando.

Primer traspié, pierde la Supercopa alemana con el Dortmund. No pasa nada. Arrasa en la Bundesliga, triunfos y goleadas; en la «Champions», superioridad manifiesta... Pero Franz Beckenbauer, oráculo del club con mando en plaza, no como Cruyff en el Barça, se aburre y critica la puesta en escena de Guardiola. La conquista del campeonato doméstico con varias jornadas de antelación le deja indiferente. Se aburre, y en el descanso de la semifinal en el Bernabéu, explota: «La posesión no significa nada cuando podemos estar contentos porque el Madrid sólo nos ha metido uno». La guerra entre Pep y Beck sale de las trincheras a campo abierto. O el «Kaiser» chochea o no sabía que el Bayern fichaba a un técnico que ganó 14 títulos en tres años con un estilo inconfundible e innegociable.