Rosetta Forner
Si bebes, no vives
Beber, colocarse de varias maneras para poder divertirse, o encontrarle algún sentido a la vida no es vivir sino jugar a la ruleta rusa con la muerte. Si a los trece o a los quince años uno no es capaz de reír, disfrutar, soñar, y tener alas en el alma, ¿cuándo las tendrá? ¿Qué futuro le espera a alguien que empina el codo para que se le dibuje una sonrisa y le salgan unas falsas alas de papel en la espalda? Los jóvenes no están perdidos por casualidad. Son hijos del desamor y del desinterés de unos padres que, al parecer usan el mismo método para encontrarle sentido a la vida o para huir de sus problemas interponiendo una «barrera» que les nuble la mente y les anestesie el corazón. El alcohol es muy dañino cuando se toma a «des-edad» o en exceso. La soledad del alma, los problemas de inadaptación social propios de la adolescencia –agravados por la actual sociedad humanoidea–, no se solucionan «bebiendo». Falta comunicación, comprensión, cariño, cercanía, y «mentoring» (ejercer de mentor y guía) por parte de los padres. Las teleseries –tal vez reflejan la realidad o puede que sea al revés: la realidad las imita–, no muestran modelos sanos de conducta para los adolescentes (ni para nadie), sino maneras de sobrevivir en un mundo que castiga la genialidad y la singularidad, por lo que se les anima a «clonizarse» y a ser uno más del grupo, haciendo lo que hacen todos en lugar de ser originales y tener personalidad. Ser adolescente puede ser una experiencia maravillosa si los padres están presentes, creen en sus hijos y les enseñan a conseguir sus sueños. La chispa de la vida está en ti, no en una «botella».
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