César Vidal
Ponciano, el primero que dio el paso y abdicó
El 21 de julio de 230, fue elegido obispo de Roma Ponciano. Su época estuvo caracterizada por una singular dificultad. Por un lado, algunos teólogos se habían dedicado a una especulación que colisionaba frontalmente con los fundamentos de la fe cristiana y, por otro, a pesar de la expansión del cristianismo por todo el Imperio, el espectro de la persecución no sólo no desaparecía sino que se acentuaba. Frente al primer peligro, reaccionó Ponciano presidiendo el sínodo romano que respaldó la sentencia condenatoria dictada contra el teólogo Orígenes por los sínodos de Alejandría de 230 y 231. Sin embargo, mucho más grave fue la llegada al trono imperial de Maximino. Primer emperador bárbaro de la Historia –era tracio– y guerrero experimentado, Maximino sufría gigantismo y superaba los dos metros y medio de estatura. También aborrecía a los cristianos. En un deseo de acabar con un grupo que consideraba dañino para el imperio, Maximino ordenó que se procediera al arresto de los dirigentes cristianos más importantes con la finalidad de descabezar a la odiada secta. Entre las víctimas de la despótica medida se encontró Ponciano, que fue detenido y deportado a Cerdeña. La medida era pavorosa, sin ningún género de dudas, y equivalía a lo que habría sido en el siglo XX un destino como Dachau o cualquiera de los campos del GULAG. No era de esperar que Ponciano, a diferencia del Juan, que fue deportado a Patmos en el siglo I, salvara la vida en la isla. Por el contrario, su muerte podía darse por segura en el plazo de a lo sumo unos meses. Para evitar la acefalia que tanto deseaba el emperador Maximino, Ponciano procedió a abdicar. De esa manera, abrió el camino para facilitar la elección de un sucesor y permitir que la Iglesia de Roma pudiera enfrentarse con la persecución. Era el 28 de septiembre de 235. Efectivamente, Ponciano no pudo resistir más de unas semanas la durísima vida que se le impuso en Cerdeña. En el año 236, sus restos mortales fueron devueltos a Roma. Con el tiempo, la fiesta de aquel que había abdicado por amor a la iglesia de Roma comenzó a celebrarse el 13 de agosto.
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