Cristina López Schlichting
Por fin
El informe sobre la juventud parece destilar pesimismo, pero yo destacaría aspectos positivos en el cambio que estamos viviendo: que los jóvenes despierten por fin al protagonismo era más que necesario. Doscientos cincuenta mil «ni-nis» en España es un saldo que no nos podemos permitir, ni tampoco una juventud indiferente a la política o a los problemas sociales. El de la sensibilidad y la rebelión es un estandarte que deben portar las nuevas generaciones y era enfermizo que no sucediese. La Historia es un interesante equilibrio entre la prudencia de los mayores y el empuje de los menores. Ya me dejaba triste cierta obsesión por el dinero de los chicos y chicas de los noventa, pero me tenía desfallecida el pasotismo total de los que ahora tienen entre 20 y 30 años, encantados de dejarse ayudar por los padres y poco dispuestos a esforzarse, convencidos de que el arroz nunca se pasa y los trenes son infinitos. Son los chicos del tiempo de las vacas gordas y, la verdad, no los envidio. La vida es una lucha para la que hay que prepararse desde el principio y la convivencia plantea preguntas sobre la justicia, las leyes o la solidaridad que yo no entendía por qué no conseguían estimularles. Bienvenidos los movimientos sociales, el debate, la reivindicación. Sin unos jóvenes vivos, la sociedad está muerta. Naturalmente, no vamos a reivindicar la pobreza, pero me resulta más estimulante una generación empeñada en resolverla y compartir que otra plácidamente recostada en el sofá de casa con el mando de la Play en la mano. Como decía una sabia andaluza que conocí: «La precisa tiene un pincho».
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