Nacionalismo

¿Por qué precisamente ahora?

La Razón
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La pregunta que cualquier observador se hace hoy es: ¿qué ha pasado para que los nacionalistas catalanes, representados desde antiguo por la burguesía y el mundo eclesiástico, se hayan propuesto alcanzar precisamente ahora la soñada aspiración de la independencia, a caballo de populistas de izquierda, cuando Cataluña ha alcanzado el mayor autogobierno y el más alto nivel de progreso y libertad de su historia? ¿Por qué precisamente ahora, exponiéndose a la expulsión fulminante de Europa, a la dramática fractura interna, al «corralito» y a la ruina? Se supone que los estrategas de una operación tan arriesgada han medido bien las consecuencias de sus actos y han llegado a la conclusión de que las condiciones objetivas favorecían la aceleración del «proceso» hasta su culminación. ¡Ahora o nunca!, se supone que pensaron los cerebros de este descomunal crimen de Estado.

El pretexto que se airea es la malograda reforma del Estatuto, impulsada por el socialista Maragall, apoyada por Zapatero, defendida por el «tripartito», aprobada en las Cortes y en el Parlament, refrendada por los ciudadanos, recurrida por el PP y recortada cuatro años después por el Tribunal Constitucional. Ese fue el detonante, más por la forma que por el fondo. En realidad, no había entonces ningún clamor popular en Cataluña pidiendo más autogobierno y los partidarios de la secesión eran minoría. Pero es evidente que aquello sirvió para levantar una agitación contra las instituciones del Estado, con una exhibición creciente de agravios; desde lo de «España nos roba» hasta el desprecio de los españoles y la descalificación del Gobierno y del funcionamiento democrático en España. Pero eso tampoco acaba de explicar la acelerada deriva de los acontecimientos. Estos suceden cuando el «tsunami» de la globalización, unido a la brutal crisis económica, provoca en todas partes repliegues nacionalistas y populistas. Nosotros no íbamos a ser menos. La conjunción de estos dos peligrosos movimientos, en cuya ola cabalga Esquerra Republicana, con Oriol Junqueras, cerebro de la operación, al frente, nos ha llevado a este precipicio.

Pero es preciso aquilatar algo más. Además de la crisis europea, con la subida de los populismos, el referéndum de Escocia, el «Brexit», etcétera, ¿cuáles han sido aquí las circunstancias que aconsejaron a sus promotores jugarse el órdago? Creo que, sin ánimo exhaustivo, son las siguientes: El malestar de las clases medias catalanas por el coste de la crisis; el surgimiento de movimientos populistas de izquierda radical (Podemos y la CUP, principalmente) dispuestos a capitalizar el malestar ciudadano, sobre todo de los jóvenes, impulsando un cambio radical de sistema con la liquidación del «régimen del 78»; la crisis del Partido Socialista perdido en la equidistancia, dividido y sin un liderazgo claro y fiable; el estallido de CiU en pedazos con la caída de Pujol del pedestal, envuelto en el humo de la corrupción y con la necesidad urgente de huir de la Justicia española, que persigue de cerca al fundador, a su familia y a su antiguo partido; la crisis de la Corona con el relevo en la Jefatura del Estado, y, en fin, –y sobre todo– la debilidad del Gobierno español, con un año en funciones, que es el momento en que cuaja el plan de la secesión, y con el presidente Rajoy acosado por los casos de corrupción de su partido. Ese era el escenario que los organizadores del golpe consideraron propicio. No tuvieron en cuenta que la vida cambia, lo mismo que el viento. Sobre todo, la vida política. Hoy, la situación social y económica mejora, la Unión Europea se consolida, el Estado de derecho funciona y Rajoy, respaldado en este trance por las fuerzas constitucionalistas, gana prestigio entre el electorado a ojos vista, precisamente por su firmeza y sensatez ante el desafío catalán. Parece que los golpistas han calculado mal la fortaleza de España.