José María Marco

Por una España reformista

La Razón
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Las declaraciones de Albert Rivera acerca de su posición después de las elecciones no dejan lugar a dudas (a menos que todo sea táctica, claro está, lo que no resultaría muy de nueva política). Así que, según lo que van diciendo las encuestas, o bien tendremos un gobierno de coalición PSOE –Podemos o, si también nos tomamos a Rajoy en serio, iremos a elecciones anticipadas dentro de algunos meses. La otra opción es que se forme un gobierno del Partido Popular en minoría, obligado a negociar cada iniciativa.

Cada uno podrá, según sus preferencias, elegir cuál de las tres opciones es la peor. Las tres son malas. La convocatoria de nuevas elecciones nos meterá en un nuevo ciclo electoral, de un año tal vez, que frenará las inversiones y las reformas necesarias. Una coalición de perdedores PSOE-Podemos, con o sin ayuda de los de Rivera, acabará con la recuperación ya iniciada y someterá a nuestro país a tensiones imprevisibles, desde el nuevo impulso a los separatistas catalanes hasta la revisión de la Constitución y los fundamentos de la Monarquía parlamentaria. Un gobierno en minoría nos llevará a probar los encantos del politiqueo a la italiana, opaco para el ciudadano y centrado en satisfacer los intereses de las cúpulas de los partidos.

Habiendo salido de la crisis gracias a un esfuerzo cercano a lo titánico, la sociedad española se merece otra cosa. Deberíamos dejar de lado el pánico a la estabilidad, a la normalidad, al principio de realidad. No tenemos por qué castigarnos con el suplicio de gobiernos débiles, caudillismos, arcaísmos frentistas o interminables periodos de inseguridad. Si ocurre así, lo sufriremos todos, en particular los más débiles: las personas mayores, los jóvenes, aquellos con empleos precarios, los que dependen de los demás. Ellos más que nadie pagarán las ilusiones rotas, las promesas tóxicas, la nueva política mágica. Está en el gobierno el partido que ha conseguido, en condiciones muy adversas, capear el temporal. No es el momento de ponerlo todo en riesgo. Al contrario, ha llegado la hora de profundizar en las reformas y el impulso reformista que la sociedad española ha hecho suyo en estos años. Los españoles no se han hurtado a sus responsabilidades ni a los cambios. Somos un ejemplo. Salimos más fuertes, más unidos, más abiertos y más integrados. Estaría bien aprovechar lo que ya hemos hecho para seguir adelante, sin miedo.