Julián Cabrera
Precampaña digital
A las puertas del arranque del curso político, el que más y el que menos entre los que se la juegan en las próximas elecciones generales mantiene fija la mirada en una primera semana de septiembre que dará el pistoletazo de salida a la precampaña probablemente más apasionante desde los tiempos de la extinta UCD.
Pero, además de apasionante, aparecen elementos que sobre todo la hacen novedosa. Esta vez ya no habrá que convencer a nadie de que los mítines al uso en plazas de toros, las furgonetas con altavoz o los propios espacios gratuitos en televisión y los carteles en marquesinas han quedado para el recuerdo. Las redes sociales y otras plataformas ya obligan a los candidatos a establecer con los potenciales electores un vínculo de cercanía del que ya no es posible zafarse.
La dinámica de las redes sociales está pasando como un rodillo sobre la propia normativa legal en materia electoral y eso afecta ya a conceptos institucionalizados desde los albores de nuestra democracia como es la jornada de reflexión.
La pregunta ahora es de qué sirve mandar al rincón de pensar durante un día a unos ciudadanos que, además de seguir viendo por la calle en la víspera de la cita con las urnas los anuncios pidiendo el voto, tampoco se van a sustraer a unas informaciones y opiniones vertidas en las redes y multiplicadas por miles. No se le pueden poner puertas al campo.
El debate que no encontraba por distintas razones –la mayoría de interés político– acomodo en los propios medios de comunicación ahora va a fluir de forma inevitable, día a día y minuto a minuto, en el universo digital. La campaña durará más de quince días y modera el señor «Twitter».
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