Alfonso Merlos

Prevenir o lamentar

¿No resulta llamativo que se generen graves disturbios en la frontera con Marruecos coincidiendo con la visita de los Reyes? ¿Casualidad o causalidad? Porque no es la primera vez que pasa. Pero dejemos a un lado lo que podrían ser más que justificados procesos de intenciones para ir a los hechos. Y éstos son tan lamentables como evitables, tan previsibles como susceptibles de ser definitivamente erradicados.

Naturalmente, lo que ha ocurrido en las últimas horas significa que, por mucho que España se tome en serio el control de los pasos con territorio africano, nada surtirá efecto si no hay una voluntad meridiana de involucrarse de la Unión Europea. Ayer en Melilla y hoy en Ceuta, ayer debido a la desesperación de quienes huyen despavoridos de la pobreza y hoy, por causa del viejo fenómeno de los porteadores. Son desafíos distintos y, sin embargo, el mismo.

Es el formidable desafío de controlar y ordenar los flujos de población. Porque en el sueldo de un agente de la Policía o la Benemérita no va incluido el que lo tengan que arrollar, o agredir, o lesionar de gravedad con consecuencia de muerte; o que tenga que ser aplastado por una avalancha de mil o tres mil sujetos con sus intereses y sus obsesiones, entre los que no figura el de cumplir con la ley.

Vamos a lo que hay que ir. Más allá de los compromisos bilaterales y altisonantes de Rabat con Madrid, está la intención sincera de hacer las cosas bien o dejar que sucedan mal. Y al otro lado de la valla no se ven ganas de cambiar el actual estado de cosas. ¿Hay que esperar a que ocurra una desgracia irreversible para tomar cartas en el asunto?