Redes sociales
Primera página
Uno de los momentos estelares en la vida diaria de un periódico es la reunión, al final de la tarde, en la que se decide el contenido, los titulares y la foto que campearán en la primera página. A veces es una decisión difícil y obliga a un trabajoso discernimiento. De la elección de este valioso material, que servirá de escaparate, dependerá el nivel de calidad de la publicación y su fuerza de convicción para que el lector se vea atraído a comprar el periódico en el quiosco. La tentación más peligrosa, si no hay quien lo impida a tiempo en esa reunión decisiva, consiste en preferir lo llamativo a lo importante. Se destaca, por ejemplo, a los reventadores de un acto, sea político, religioso, cultural o de cualquier otra índole, por encima del contenido del acto en sí, que queda ocultado u oscurecido, con el pretexto de que eso es lo que vende. Y cuanto más espectacular sea la protesta, por muy descabellada que parezca, más espacio. Lo que vende es el conflicto. No digamos en las redes sociales. Y la frivolidad. Los gestos y el espectáculo, por banales que sean, en formaciones radicales como Podemos o la CUP, se adueñan con frecuencia, sin más discernimiento, de la actualidad política que aparece publicada y de los oscuros subterráneos de internet.
Viene esto a cuento de lo ocurrido hace unos días –es sólo un ejemplo– con la solemne quema de fotos del Rey en el Parlamento de Cataluña por una cuadrilla de desarrapados de la CUP y de la persecución judicial de los presuntos delincuentes con el consiguiente alboroto de sus compinches. Pues bien, periódicos de alcance nacional otorgaron a semejantes provocadores un interés extraordinario y la foto de los mismos quemando la efigie del Jefe del Estado, con la cabeza abajo, mereció los honores de la primera página, que era sin duda lo que pretendían. Lo más chocante viene luego. Uno de esos grandes periódicos se desmarca ahora con un editorial titulado «Sólo son provocadores». Es decir, lo que han hecho no pasa de ser una gamberrada, un acto incivil, no un delito, y, por tanto, sobra la intervención de la Justicia. Pero si no hay que dar importancia a esa grosera provocación, entonces –se preguntará el lector– ¿por qué sacó el periódico la foto de estos pobres diablos, destacada, en primera página? Y el lector se irá desconcertado.
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