Agustín de Grado

Problema de España

No está el socialismo ante un colapso de liderazgo. Se desangra por ausencia de identidad. El problema del PSOE se llama España. Y es así como el PSOE se ha convertido en un problema para España. Porque traslada su confusión a todos los españoles con propuestas ambiguas que le ayudan a sobrellevar la división, pero erosionan gravemente el régimen constitucional. El temor a ser tildados de «españolismo» que revela la bronca entre Chacón y Navarro lo dice todo. El único partido que luce la E en sus siglas siempre ha gestionado la cuestión nacional en función de intereses electorales. Felipe González, en 1978: «Es evidente que existe la nación española. Nadie con una mínima sensatez lo pone en duda». El joven líder socialista descafeinó el obrerismo, se sumó a la ola reformista de la Transición y se ofreció como un proyecto de regeneración nacional: catorce años en el poder. Un Zapatero convertido en presidente por accidente se blindó con nacionalistas e independentistas. La nación pasó a ser un «concepto discutido y discutible» y España una «nación de naciones». Los socialistas aplaudían la nueva España plurinacional. El mismo González, ya en 2010: «Cataluña es hoy uno de los sujetos políticos no estatales, llamados naciones sin Estado». Con el desafío separatista planteado ya en Cataluña y el País Vasco, la huida llega a su fin y deja al PSOE ante un dilema: más España lo rompe; menos España, posiblemente también. Lejos de formar parte de la solución, este PSOE se ha convertido en parte del problema. Otra vez en momentos difíciles. Cómo no recordar a Salvador de Madariaga y las consecuencias que tiene siempre la división del PSOE: «La circunstancia que hizo inevitable la Guerra Civil en España fue la guerra civil dentro del partido socialista».