Martín Prieto
Puñalada a sí mismo
Las elecciones de Cataluña fueron desde su convocatoria una eutrapelia. Cuando el inestable Arturo Mas visitó La Moncloa para extraerle a Rajoy una Hacienda propia como quien extrae una muela o, más bien, como el que oculta un cadáver bajo una manta, creía obtener al menos buenas palabras para el menesteroso en quiebra, y el recibir el suave no del gallego y el que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible, desató soberbio la tempestad de Shakespeare. Unas elecciones anticipadas en Cataluña solo tienen un sentido: consultar a los 5.400.000 de catalanes sobre la astrosa administración de la Generalidad que CiU ha logrado en un tiempo relampagueante dejar en la quiebra. En cambio, la derecha catalana en matrimonio contra natura con la izquierda con más derrame intelectual de Cataluña, ha propuesto una eutropelia que siendo bromista tiene muy poca broma como los chistes sobre los judíos. Excavando en los fundamentos históricos del independentismo solo llegamos, como en la sima de los huesos de Atapuerca, al dilema entre butifarra o morcilla de Burgos. A la postre todo lo paga el cerdo, el pobre porc, sin que los vegetarianos nos importe un adarme. Los medios de comunicación de masas basura han hinchado el perro de España y el extranjero, como si nos enfrentáramos a la rebelión de las Colonias americanas por el impuesto al té, y de esta pataleta mentirosa y oportunista no sale un George Washington aunque pintemos a Mas de purpurina, cosa que le encantaría. El salvador de Catalunya no acaba de salir de agitador de muelles pero se ha puesto sus propios listones: una mayoría esplendorosa para ser el Moisés que saque al pueblo elegido de la esclavitud madrileña. Parece que los catalanes han votado más con el bolsillo que con la prédica y no están muy seguros de que las aguas del Mar Muerto se abran para dejarles paso a la UE y a inundar lo que quede de España de sus excelentes productos. Para Mas esta elección que quería convertir en plebiscito ha sido una puñalada de pícaro infligida a sí mismo. Puede gobernar solo o en compañía «non sancta» pero nunca tuvo arrestos de Bolívar o San Martín, ni siquiera de Francesc Cambó. Los psiquiatras o los psicólogos saben que tienen que quedarse impávidos ante la gastroenteritis mental de un mitómano o un esquizofrénico o un paranoico porque darles la razón no es compasivo ni terapéutico, sino otro empuje destructivo de lóbulo frontal, caja de cambios de la cordura al delirio. Al cierre de una campaña sentimental y romántica los independentistas han dicho como doncellas agraviadas que España no siente cariño hacia Catalunya. Saquemos el metro de medir los afectos: ¿España tiene cariño a los riojanos o los castellano-manchegos ? En lances de amor ¿lechos de plumas? Federico Engels, un plutócrata bien intencionado, mentor de Marx, escribió que estaba dispuesto a dar la vida por la clase obrera pero no a vivir con ella. Esa libertad en dos sentidos permite amarnos con morcilla de Burgos o butifarra sin que los besos nos sepan a sangre de cerdo, porc, con o sin arroz. Nunca te fíes de los que proyectan unas mandíbulas prominentes porque no son voluntaristas como suponía el italiano Doctor Lambroso, porque lo son como aquel general que no se rendía ante la evidencia. Para obtener tras tanto victimismo un mínimo de los votos; ¿merecía la pena tanto alboroto a la yugoeslava, tanto enfrentamiento artificial entre los que a la postre solo fueron Balcanes (provincias ) otomanos o retales del Imperio Astro-Húngaro? Los añorados Decretos de Nueva Planta han sido superados sideralmente por el Estatut, y, curiosamente, los marginados catalanistas tienen poco de que quejarse de Felipe V, Rey loco, que solo trabajaba de noche se pasaba el día en aullidos, solo le calmaba el castrati Farinelli con su voz e hizo un buen Gobierno gracias a su segunda esposa, la italiana Isabel de Farnessio, una dama culta ajena a los aldeanismo españoles. Arturo Mas se ha quedado en gran artífice de la butifarra catalana. España sigue siendo lo que es.
✕
Accede a tu cuenta para comentar