Rosetta Forner

Qué bello es nacer

Cuántas vidas se han quedado por el camino en el 2014, y no en el de la carretera, pues fueron abortadas en su viaje de venida a la Tierra. No sabremos cuántos genios se ha perdido el mundo, ni tampoco cuántos son los abrazos que han caducado antes de darse y que nunca sentirán la calidez que da el amor. No importa que hayan sido un 3,2% menos (año 2013) pues el alma no entiende de estadísticas, y mientras haya un aborto habrá un corazón que no latirá su vida humana. Las estadísticas son frías, no así la vida. ¿De qué sirve haber avanzado en anticonceptivos si se sigue abortando? Tal vez la causa tenga relación directa con la educación y, sobre todo, con la escala de valores. En una sociedad que inculca el egoísmo egoísta, según el cual la persona tiene derechos –¿dónde están los del no nacido?– pero no responsabilidades, muchos son los que no asumen sus conductas, y proceden con las «consecuencias» como si fuese una multa: se tira a la papelera y ya está. Sin responsabilidad sobre las conductas no las hay sobre uno mismo. Consecuentemente, las personas son unas desconocidas emocionales para sí mismas, no considerándose la repercusión emocional que el aborto tiene ni el que tendrá en el futuro en la psique de la mujer cuando las circunstancias hayan cambiado. No se trata de prohibir, sino de informar, explicar y concienciar. ¿Valores? Muchos carecen de valores espirituales, pero los tienen materiales: otra de las razones por las que abortar carece de «consecuencias» para la conciencia de los materialistas. Nacer es una oportunidad para desplegar los dones del alma. ¡Cuántas vidas maravillosas se han perdido por culpa del terrorismo, las guerras, los accidentes y los abortos (otra forma de guerra)! Si amásemos más la vida, si nos la tomásemos en serio, no le daríamos la espalda. El amor basta para que la vida merezca la pena. Hace dos mil años Cristo dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí’». Ahora diría: «Dejad que nazcan».