Enrique López

Queda poco por hacer

La Razón
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Uno de los grandes problemas de la justicia española es el ingente número de asuntos que se presentan ante los Tribunales. España es, detrás de Rusia y Chequia, el país con la litigiosidad más alta de Europa. En nuestro sistema hemos ido soportando el aumento de la carga de trabajo como si se tratase de un hecho inexorable, algo así como un fenómeno atmosférico, como si se tratase de algo inevitable, y consecuentemente se han ido acrecentado la planta y plantilla judicial y funcionarial de una forma ostensible, pero siempre por detrás de la carga de trabajo, tal cual falsa liebre detrás de la que corren los galgos en una carrera. La competición está preparada para que nunca la alcancen. Ya es hora de comenzar a entender que la carga de trabajo, esto es, el número de litigios, es algo sobre lo que se puede y se debe actuar, de tal forma que el sistema de Justicia asuma una carga razonable de asuntos que permita mayor celeridad y también calidad. En nuestro país está instalada una cultura de abuso de la jurisdicción, soslayanado medios extrajudiciales eficaces de resolución de conflictos. Es difícil explicar fuera de España que existen empresas cuyo único fin es recurrir sanciones administrativas, especialmente en materia de seguridad vial, donde no importa que la sanción sea o no debida, sino únicamente se trata de retrasar su cumplimiento, confiando en el cada vez menor marasmo administrativo. Nuestro modelo de Justicia no está tan infradotado como siempre se dice, lo que realmente ocurre es que hay en algunos casos una mala organización, una deficiente gestión administrativa en la tramitación de los asuntos y, sobre todo, un modelo de organización territorial cada vez mas alejado de la realidad social y de nuestro moderno sistema de infraestructuras, especialmente la de transportes. El partido judicial como unidad territorial está obsoleto, y si bien prestó un buen servicio a una España rural al llevar la administración de justicia a una población que vivía mayoritariamente en el campo sin carreteras ni transportes, hoy en día ya no sirve para una sociedad que se ha transformado y que un ochenta por ciento vive en ciudades. Tenemos todos los instrumentos para que el expediente electrónico sea una realidad, todos los operadores de la Justicia confeccionan sus documentos en soportes informáticos, sólo falta la definitiva coordinación. En cualquier caso, lo que se debe tener claro es que ya se han hecho muchas cosas y faltan otras por hacer, y por ello es necesario recuperar un fuerte impulso modernizador para culminarlo. Por último, conviene romper con viejos prejuicios atávicos que acompañan a la reforma de la Justicia. Siempre se dice que hay alguien interesado en que la Justicia no mejore, algunos incluso dicen que son los políticos, lo cual no es cierto. No hay nadie interesado en ello, lo que ocurre es que no hemos dado con la solución definitiva. La deficiente organización de la Justicia perjudica a todo el mundo y no beneficia a nadie. Muchos han sido los diagnósticos y proyectos de reforma que se han hecho para acometer este trabajo final, no perdamos el tiempo con más, sólo queda aplicarse a ello.