Cristina López Schlichting
Querida Paloma
Querida Paloma: Ayer por la mañana, después de una noche rumiando tu muerte insólita, me quedé como boba mirando el despertador. Eran las siete, pero tenía mucho sueño y te escuchaba en la duermevela: «Haberlo puesto a menos cuarto, Cristina, yo lo pongo siempre un cuarto de hora antes y así puedo detener la alarma y dormir un poco más». Te echo tanto de menos. Comprendo que te has muerto como querías, con 82 años que nadie se cree que tuvieras y sin pasar por la vejez, discapacidad o senilidad. Ni siquiera fuiste fea. Te has muerto con las botas puestas, indispensable en la tertulia de Fin de Semana de Cope o en la tele. Supongo que ha sido por enchufe de tu amigo Juan Pablo II. Siempre has creído mucho en las recomendaciones.
Pero lo que para ti ha sido un regalo, para nosotros es un susto.
Compréndelo, que hace quince días estabas más guapa que nunca, recomendándome las rebajas de nosedonde y ahora estás ¿dónde estás ahora Paloma? Que es verdad que te vi los ojos amarillos aquel domingo por la mañana, pero es que ha sido todo visto y no visto; médico, diagnóstico, aislamiento hospitalario y muerte. Un cáncer fulminante, como si ni a los tumores les fuese permitido ensañarse contigo. Qué tía.
Hay gente que vive para dentro, pero tú has vivido derramada en los demás. Cualquiera les calla ahora. Un rosario del Papa, una estampa, una recomendación para ver la Sixtina o asistir a una audiencia, una noche en tu casa. No te lo vas a creer, pero en pleno programa ayer me dije: «Qué notición... tengo que llamar a Paloma» ¡estaba pensando en darte la noticia de tu propia muerte! Y ya no estabas para coger el teléfono.
Tu último wasap era para darme consejos sobre la presentación de la novela. Mandabas recuerdos a las presentadoras del libro y me enviabas a tus amigas –Elsa González, Pilar Cavero–, con orden estricta de «llegar temprano porque va a ser un boom». ¿Te das cuenta de que te estabas muriendo y estabas organizándome el acto? Me pregunto a quién voy a preguntar ahora.
Van a escribir muchas verdades de ti. Que eras una gran periodista. Una gran mujer. Una gran cristiana. Una gran española. Yo tengo otras. Que podías condensar una larga historia en una anécdota, que eras capaz de radiar sentimiento, que te enterabas de lo que nadie se enteraba. Que sabías moverte y tirar de los hilos. Y hacer las preguntas precisas para saberlo todo sin dañar a nadie.
Jo, Paloma, he tenido que dar una orden imposible por tu culpa. Que todo el equipo viniese llorado porque no te merecías llantos, tenías derecho a un homenaje, a una tertulia de chicas alegre como tú eras, a un espacio largo para los recuerdos y agradecimientos.
No te lo vas a creer, Mariano Rajoy ha hablado de ti. Y los Reyes han enviado un telegrama a tu familia. Paloma, escucha Paloma, oye. Cuéntame...
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