Conferencia Política PSOE

¿Quo Vadis?

La Razón
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El ejercicio del poder requiere inteligencia, generosidad y desterrar todo atisbo de arbitrariedad. La responsabilidad en política no se circunscribe a los errores que se puedan cometer, también computan las consecuencias para la organización a la que se pertenece.

César, una vez consiguió el poder en Roma, mejoró las arcas, diseñó profundas transformaciones políticas, fortaleció militarmente el imperio e incluso promulgó leyes que ampliaban la ciudadanía romana a capas más vastas de la población, pero fue eliminado por el Senado.

Su asesinato tuvo que ver con su desprecio al sistema político, por su conversión en un dictador, en un tirano a los ojos romanos del momento. César había traicionado la causa por la que llegó. El cruce del Rubicón intentó ser el símbolo de un hombre que intentaba restaurar una república sumida en el caos y la decadencia.

La realidad era otra, nunca tuvo ningún interés en restaurar aquella forma política, realmente viciada con los malos usos y corrupta y cuando cruzó la línea que marcaba la lealtad a Roma, lo hizo porque no tenía otra posibilidad, una vez que el poder le había destituido y quitado parte de su ejército.

Se convirtió en soberano absoluto; su ambición era la de instaurar en Roma una monarquía universal que gobernase el imperio que él mismo había contribuido.

Los jóvenes patricios ya lo habían comprendido: las instituciones democráticas de la República Romana poco a poco se habían venido a menos, carentes de todo poder; todo estaba en manos de César. La democracia prácticamente naufragaba.

La conspiración se fraguó entre sus amigos y próximos, como Marco Junio Bruto, que pasó a la historia como un traidor, pero en realidad, fue el que se mantuvo leal a los principios republicanos.

El ejercicio del liderazgo tiene un obligado ejercicio colegiado o al menos compartido. Emprender el camino en solitario suele llevar al fracaso y representa la ruptura con las más elementales formas democráticas y de respeto a las reglas de funcionamiento.

La tentación que supone alcanzar el poder, incluso al precio de la incoherencia, tiene como consecuencia la difuminación ideológica. De la misma manera, ocupar el espacio que no corresponde, penaliza. No se entiende en la dirección socialista el porqué los electores responsabilizan al PSOE del fracaso en la investidura de presidente de gobierno cuando ha sido el único partido que ha intentado dar estabilidad al país y evitar la repetición de elecciones.

La respuesta es bien sencilla, porque ocupó el lugar que no le correspondía. Era el presidente Mariano Rajoy el obligado por las urnas a realizar el intento y, soportar el presunto desgaste.

Ahora la incógnita que se intenta resolver es por qué Podemos, amalgama de partidos comunistas, trotskistas, antisistema y organizaciones separatistas, quiere ocupar el espacio de la socialdemocracia con la complicidad de muchos ex votantes socialistas. La respuesta hay que encontrarla en la política de alianzas que era necesaria para lograr aquello que no se podía alcanzar y que además no correspondía de acuerdo a la situación electoral que marcó el 20-D.

Los acuerdos deberían estar sustentados en proximidades ideológicas, porque es la lógica que entiende la sociedad, por tanto, pactar con aquel al que has situado, a ojos de tu electorado, como la marca blanca de la derecha política, te sitúa en una posición alejada de lo que representa la esencia ideológica que se presuponía.

El esfuerzo del partido socialista esta campaña electoral debe ser la de clarificar su posición ideológica y marcar diferencias con los que se enmascaran, como en carnaval, para que no se vea su identidad política real.

A César no se le perdonó la traición a la República, a pesar de su éxito. Si además hubiese arruinado el imperio, no se le habría perdonado ninguna de las dos cosas.

Cuando Nerón inicia la persecución contra los cristianos, San Pedro huye de Roma y en el camino, en pleno episodio místico, ante la pregunta ¿Quo vadis? sintió vergüenza de su actitud y volvió a Roma para ser crucificado. Si a César se le hubiese preguntado lo mismo, nunca hubiese supuesto que la respuesta era: a morir, por no saber administrar el éxito.