Martín Prieto
Rajoy, como conseguidor
Aznar era aborrecido en las cumbres europeas porque era más pesado que mano de novio. Acabada su intervención en las reuniones se apalancaba en alguna sala, apoyado en un piano, sin dormir, para asaltar a los salientes con sus demandas para España. No se rendía ni ante la evidencia aunque todavía no sabía el inglés como «lingua franca». A los irreductibles les convencía en español de Valladolid. Rajoy ha aprendido de su mentor a poner cara de póker y darle la vuelta a lo que parecía obvio: que España debía pasar en la UE de pagana en fondos comunitarios a receptora excepcional de ayudas agrícolas y de cohesión. Con estrictos ahorradores del peso de Merkel y Cameron nadie esperaba que Mariano Rajoy convenciera de nuestras necesidades. Dobla así el éxito del presidente tras lograr el alejamiento de un rescate europeo; asuntos trascendidos por un circo de corrupción a demostrar y la entendible mala leche nacional por la obligada rebaja del nivel de vida. De nada sirve que despejes la ecuación de la relatividad si al tiempo subes el IVA. Los movimientos sociales no responden científicamente sino ante la sentimentalidad, lo emotivo y el contenido de la cartera de cada cual. ¿ Qué va a mostrar la demoscopia cuando cada vez que habla el Gobierno sube el pan? Rajoy, no se sabe si sujetándose a un piano, ha permanecido 24 horas sin dormir hasta conseguir unos dineros no previstos para España manteniendo dos velocidades comunitarias que se creían acabadas. Pero la corrupción (que existe aunque no se sabe judicialmente a quién corresponde) siempre será de primera plana porque tiende al morbo del que carece un éxito gubernamental. Lo peor de los corruptos y los corrompedores es que adquieren más notoriedad que los políticos decentes, que los hay. La corrupción es como la sífilis que trasmiten las mujeres sin padecerla pero matando a los hombres. Ya se sabe: una noche con Venus y toda la vida con Mercurio. Los sobresueldos no declarados son lo mismo: destruyen el sistema inmunitario de la política ejecutada sin preservativo.
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