Julián Cabrera
Rajoy, el «deconstructor»
En nuestra tradición culinaria siempre se mantuvo que todo plato bien elaborado, además de requerir de la buena mano y artes del cocinero, hacía imposible la deconstrucción de sus ingredientes. Luego llegaron los Adriá, Arola y Santamaría para mostrarnos que eso sí que era posible en sus laboratorios.
De igual forma un modelo territorial de Estado o un sistema electoral se va construyendo durante décadas con todos sus vicios, virtudes y coyunturas de origen, por eso deconstruirlos requiere de algo más que un «Master Chef».
En este inminente comienzo del curso político volverá a hablarse y mucho de la propuesta-afirmación de Rajoy: el alcalde de un municipio debe de ser el más votado y no una coalición de perdedores. Dice bien, aunque conviene recordar algunas derivadas. De entrada el temor a volver a convertirse en mayorías minoritarias allá donde no llegue la absoluta. Es la tozudez matemática: cuatro es más que tres y más que dos, pero tres y dos suman cinco. Es lo que hay, salvo que el modelo de segundas vueltas sea coherente y bien explicado. Otra derivada muestra el contraste entre un PP que ha sabido aglutinar a todo el espectro político desde el centro hasta la derecha más ortodoxa y su incapacidad para labrarse lugares comunes con otras fuerzas.
La legítima propuesta de Rajoy de modificar el sistema electoral para la elección de alcaldes rezuma una carga de ensoñación que ignora, tanto los intereses de un PSOE al que no le va hoy nada mal pactar con el diablo para gobernar, como el cocinado de un sistema electoral que prima, por ejemplo, a minorías nacionalistas. Y para deconstruir esa bullabesa y ordenar esa cocina, hará falta algo más que una visita del rellenito gruñón de camisas estampadas.
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