Ángela Vallvey
Razones
Decía Marx (don Carlos) que las ideologías, dado que están socialmente condicionadas, no pueden ser ni racionales ni objetivas. Es más que probable que llevara razón. Los colectivistas suelen detestar las filosofías individualistas. Y al contrario. Desde un punto de vista ideológico, la «cosmología» política se halla dividida en dos partes: aquellos que dan prioridad al grupo, y los que abogan por la primacía del individuo. Entre unos y otros sigue habiendo combate, tensión. Un fenómeno curioso la nutre: la atracción que sienten las masas frustradas por la irracionalidad. Hoy se puede observar cómo esto ocurre de manera exaltada, e incluso hay grupos políticos que han sabido captar esa ansiedad irracionalista de las masas frustradas, traduciéndola en un éxito en las urnas. La frustración es un sentimiento –y el irracionalismo prima al sentimiento sobre la razón– que se encuentra varado en un mar de insatisfacción, y cuyo motor es la ira. Las masas frustradas se manifiestan democráticamente –no tienen otra opción pacífica– votando opciones que canalizan su rabia y su decepción. El panorama político se ha fraccionado, acabando con el bipartidismo, porque las políticas consecuentes a la brutal recesión que ha asolado el país han instalado una frustración estructural en los ciudadanos, que sólo encuentran satisfacción en opciones discrepantes que prometen aliviar la indignación, la rabia y el despecho de quienes han pagado la minuta, de disparatado coste, de la situación social. No es que la izquierda se haya dividido porque sí, rematando al bipartidismo, sino que el votante frustrado (colectivista y/o individualista) ha querido radicalizar su respuesta democrática, encauzando su ira hacia opciones inesperadas que se le antojan más contundentes. El éxito de los nuevos partidos de izquierdas ha sido tener el don de la oportunidad: estar ahí para recoger en forma de votos la irritación contante y sonante de unos ciudadanos que se sienten humillados y desean una reparación del tipo que sea. El triunfo de las izquierdas «de acción», y de las opciones políticas separatistas, está en convertirse en el receptáculo político de la irracionalidad de las masas, cuya desbordante frustración hará posible que abran un camino de progresión y decadencia durante el cual intentarán demostrar que el sueño de la razón es imperfecto. De hecho, ya hemos empezado a caminar por esa vía. Y ningún error, desmán o desatino que cometan los políticos que la siguen hará que sus votantes los abandonen. Precisamente porque su fuerza no obedece a «razones»...
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