José María Marco
Realidad
La única realidad que faltaba para que España recuperara el lugar que le corresponde entre los países serios y respetados del mundo era el empleo. Ha habido otras: la cuestión del terrorismo, que la prudencia del gobierno del Partido Popular ha contribuido a liquidar; la del separatismo catalán, que ha empezado a estar encarrilada en este último año; el prestigio de la Corona, que la actuación del Gobierno ha contribuido a apuntalar otra vez. Queda la corrupción, pero hay que tener en cuenta que a pesar de la eternización de los juicios, la corrupción es un hecho del pasado (aunque no sea muy lejano) y que su relevancia depende de otros factores, económicos y políticos. Quedaba el empleo.
La economía española estaba bloqueada por varios factores. El gasto había llevado a un déficit del 11 por ciento en 2009. El sistema financiero requería una reforma profunda, después de la burbuja hipotecaria, y el mercado de trabajo estaba saturado de rigideces. Se volvía así a cumplir la regla según la cual la creación de empleo requería en nuestro país tasas de crecimiento muy altas y cualquier reducción en el crecimiento disparaba la destrucción de empleo como no ocurría en ninguna otra economía europea.
Todo esto ha cambiado. De arriba abajo. El déficit está hoy en un 5,7 por ciento. El sistema financiero está saneado. Sobre todo, las reformas han flexibilizado el mercado laboral, hasta el punto de que se ha variado la naturaleza de la creación de empleo en nuestro país. Ya no hace falta crecer al dos por ciento para crear empleo, y un crecimiento superior a esa tasa dispara la contratación y el autoempleo, que es tanto como decir la única fuente real de prosperidad.
El problema clave, a partir de aquí, es cómo consolidar lo realizado en estos algo más de tres años (un tiempo inverosímilmente breve) y asegurar que la creación de empleo continúe al mismo ritmo. Más allá está la puesta en marcha de nuevas reformas que permitan profundizar la modernización y la apertura de nuestro país. Es posible que estas políticas, más ambiciosas aún que las puestas en marcha en estos años, requieran otros instrumentos, además de partidos nacionales, con visión de Estado, alejados de señoritismos y arbitrismos regeneracionistas. Tal vez hayamos llegado al punto en el que serán necesarios acuerdos nacionales. Si es así, habrá que tener en cuenta que es el PP el que ha encauzado y puesto en marcha las reformas que han permitido estar donde hoy estamos.
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