Restringido

Red de seguridad

Elpidio Silva quiere ser eurodiputado. En su día también lo intentaron otros conocidos prohombres que también fueron carne de banquillo. Algunos de ellos terminaron siendo viñetas, caricaturas patéticas tras haber tocado el cielo del poder y la fortuna. El movimiento supuestamente político de don Elpidio se denomina RED y, sin duda es lo que busca el todavía juez. Una red de seguridad para librarse de una inhabilitación más que segura y cercana salvo que sus maniobras de hábil jurista para dilatar su proceso den el resultado apetecido y su caso se eternice, como tantos otros, en los tribunales. Don Elpidio es el penúltimo exponente de la saga de jueces estrella que han jalonado las últimas décadas de nuestra historia judicial, pero en versión tragicómica. A este nuevo justiciero que se salta a pídola los procedimientos para conseguir el aplauso de demagogos y comparsas, esos que manipulan los sentimientos de personas a las que la crisis y las golfadas de algún que otro advenedizo del mundo político-financiero, le va a pasar como al personaje del poema de Miguel Hernández que quiso ser trueno y se quedó en lamento. Si no fuera por el daño que personajes como don Elpidio causan al estado de derecho, su figura ya estaría en un cómic, en una tira para provocar la carcajada, o al menos la risa. Pero lo cierto es que el señor Silva es un personaje patético que quiere huir hacia la política como tabla de salvación como ya hicieron otros que jugaron a jueces y parte sin el más mínimo pudor. Es posible, no lo sé, que la reforma de la Justicia emprendida por Ruiz-Gallardón tenga aciertos y supongo que errores, pero lo que sí debería tener, e insisto que quizá lo tenga, es una prohibición expresa y taxativa para que los miembros de la judicatura puedan ir y volver de la política a la toga con absoluta impunidad.