Alfonso Ussía

Respeto y amargura

El texto que sigue es un documento de honor, escrito desde el respeto, la buena educación, la amargura y la perplejidad. Su autor es un guardia civil, don Eugenio Martínez Salido, y le ha sido dirigida al juez español del Tribunal de Estrasburgo, López Guerra. No tiene desperdicio.

«Carta a un Magistrado. A Su Ilustrísima D. Luis López Guerra. Desde mi condición de español y guardia civil, tengo el honor de exponer:

Que habiendo tenido conocimiento de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, del que Su Señoría forma parte, en el que se declara no acorde a derecho la denominada «Doctrina Parot», y a tenor deja abierta la vía de excarcelación a una serie de asesinos, violadores, psicópatas y delincuentes varios, he de manifestarle mi más profunda repulsa por este hecho, y ante las dudas que puedan surgirle ante esta argumentación, quiero matizarla con algunos aspectos diferenciadores entre Su Señoría y mi propia persona.

Tanto Su Señoría como yo nacimos en España, y por lo tanto a efectos legales ambos somos españoles. Pero en la década de los 80, mientras Su Señoría impartía clases de Derecho Constitucional en la Universidad, yo vestía el uniforme de la Guardia Civil, y pateaba el Pirineo sufriendo las inclemencias del tiempo, y lo que es peor, la pérdida de compañeros y amigos bajo la barbarie terrorista.

Entiendo que su labor fue ardua y necesaria. La formación de nuestros jóvenes lo requería y no dejo de valorarlo. Pero quizá Su Señoría no se ha parado a pensar, cuando votó a favor de dejar en libertad a aquellos que asesinaron a mis compañeros, que mi misión también fue necesaria. Sólo consistía en jugarme la vida para proteger a todos los españoles, Su Señoría y sus alumnos incluidos.

Puedo contarle muchas historias de aquella época. No de oídas, sino en primera persona, puesto que formé parte de los entonces recién creados Grupos Antiterroristas (GAR). Puedo contarle cómo fue la liberación de Orbegozo, del Doctor Iglesias, de Ortega Lara, o cómo se desarrolló la angustiosa búsqueda de Miguel Ángel Blanco. Y lo que es peor, puedo contarle la sensación que se tiene al recoger los trozos de un compañero de las ramas de un árbol en Pamplona.

Sería muy largo, pues son muchas y no quiero aburrirle con historias pasadas. Sólo quisiera que, si algún día lee esto, se pare a pensar si los españoles merecemos que individuos como esos vuelvan a la calle, y si con su voto ha conseguido dejar en libertad a un psicópata que mate o viole a otra niña. Y si eso ocurriese, que Dios no lo permita, le quede la necesaria tranquilidad moral y autoestima para seguir mirando a sus seres queridos y al resto de sus compatriotas.

Quedo a su disposición como miembro de la Guardia Civil y garante de la legalidad establecida, aunque no comparta votos como el que Su Señoría ha emitido en el caso que nos ocupa. Eugenio Martínez Salido. Guardia Civil».

Ignoro si el receptor de esta carta admirable y educada ha tenido la cortesía de leerla. Ignoro si el receptor de esta carta herida y respetuosa ha hecho por leerla y ha podido terminar su lectura. Ignoro si al receptor de esta carta valiente y desesperanzada, al leerla en su totalidad, se le caído la cara de vergüenza.

Me lo figuro en Estrasburgo, viviendo como un pachá, aparentemente insensible, pero con la sensación de asco que se experimenta después de obedecer una orden ignominiosa. Y también ignoro si sus familiares y amigos van a verlo a partir de ahora con la misma generosidad y amnistía que una semana atrás. Por mi parte, sólo puedo manifestar mi alegría por no tener el disgusto de conocerlo.