Elecciones Generales 2016

Rivera el triunfador

La Razón
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Si hay algo que no se puede negar tras el 26-J es que Rivera ha triunfado. No ha sido el subidón de Rajoy ni el tapón al «sorpasso» de Sánchez los que merecen los grandes titulares. No. Rivera ha conseguido que el PP obtenga 137 escaños, ha dirigido España hacia la moderación y la sensatez antipopulista. Como Cameron, ha triunfado en su fracaso aunque no pasará a la historia. Eso cree. Cuando se le oye pareciera que la ley electoral le hubiera privado de la mayoría absoluta. Pero los números dicen que ha perdido ocho escaños sin que ello le obligue a demostrar un ápice de autocrítica. Esos discursos paralelos parecen de realidad virtual sólo que sin gafas. De repetirse las elecciones en otros seis meses, Ciudadanos triunfaría del todo y sería no ya irrelevante sino residual. El hombre que quiso ser Suárez se encontraría no con la UCD, sino con el CDS. El tiempo de la virginidad pasó. Seis meses de orgía política han sido suficientes para que a los nuevos se les caiga la careta o la cara dura. Pablo Iglesias admite su derrota y ahora le espera la travesía en un desierto lleno de culebras. A Iglesias se le pasó el arroz y se pasó de listo. Albert no. Sus ataques virulentos a Rajoy y su pasteleo con Sánchez le han dejado en esa tierra de nadie donde no hay quien se fíe de sus ciudadanos. Albert, no obstante, sigue erre que erre, con esa idea extravagante de que Rajoy no puede ser presidente del Gobierno y con el galimatías de los sillones como si fuera un vendedor de la casa del sofá, esos comercios de polígono industrial que sobreviven a Ikea. Después de la pesadilla de los últimos meses y a la vista del resultado electoral, este hombre que piensa tanto en España debiera asumir que Rajoy ha vencido en la prórroga. Los perdedores hacen una curiosa lectura de los resultados. El 20-D el mantra era que los electores habían exigido un cambio. Hasta los más recalcitrantes opositores a las políticas del presidente admiten que el mandato ahora es el de la continuidad. Menos Albert. Lo lógico sería que una vez sufrido el bloqueo permita la creación de un Gobierno rápido. Pero no. Seguimos con la misma canción del invierno cuando ya abre la pachanga de los chiringuitos y la barbacoa. O sea, que el del «no» es el nuevo político que clamaba en campaña para librarnos de unas terceras elecciones. Nos queda la pasarela de la colección primavera-verano de sillones entre los que no está el de Rivera. Si Rajoy hubiera restado ocho escaños todos pedirían su dimisión. Sin embargo, Albert los pierde y se consolida en su orgullo, chupando una naranja seca como un viejo que quiso ser joven. El cansancio atenaza ya los músculos. Nos han dado tal paliza que ni la batalla de los bastardos de «Juego de tronos». El veto sólo puede explicarse por el afán caudillista en un partido felisuco que no tiene banquillo. A estas alturas las líneas rojas son el colmo del ridículo, un disparate. Digan a la cara a los millones de españoles que han refrendado al PP que hay que volver a votar. Entiendo la estrategia política, pero no el patetismo.