Julián García Candau
Roig, incómodo
El Villarreal ha vuelto a Primera y la Liga de Fútbol Profesional ha recuperado un personaje incómodo: Fernando Roig. Su presencia en la elite resulta inconveniente para la mayoría de colegas. El club no debe un euro a Hacienda y ni a la Seguridad Social. Tampoco a futbolistas y empleados. Hace poco, para poner las cuentas a cero, vendió un porcentaje de sus acciones de Mercadona. Forma parte del grupo de disidentes que, entre otras razones, predica y razona un más equitativo reparto de los derechos de televisión, pero a él se le toma en cuenta porque su seriedad, la fortaleza de sus planteamientos y sus actitudes empresariales al frente del club, contrastan grandemente con las fórmulas que emplean tanto los presidentes de sociedades anónimas como quienes dirigen clubes deportivos.
Fernando Roig no es simpático, no reparte abrazos por las esquinas y es más bien adusto. Este año, después de regalar desfibriladores entre los equipos de categoría regional, a fin de evitar en lo posible muertes repentinas, como la de un muchacho fallecido en un campo vecino a Villarreal, tomó la decisión de prescindir de las donaciones, las ayudas económicas de las administraciones. Renunció a tales patrocinios con el argumento de que hay problemas más acuciantes, necesidades más imperiosas que el fútbol, y por ello, los dineros públicos, en época de tan grave crisis, deben emplearse en programas más necesarios para la población. Quienes han pasado por el Villarreal se sienten unidos a él y vuelven a El Madrigal siempre que pueden. Le aprecian y respetan.
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