Toni Bolaño
Rubalcaba, ante el relevo generacional
Como buen amante de la poesía no ha dejado las rimas al libre albedrío y sigue su guión al pie de la letra evitando cualquier asonancia. José Antonio Griñán protagonizó de forma solemne un nuevo capítulo anunciado su renuncia a la presidencia de la Junta. Hoy se lo comunicará a su Gobierno, incluidos los tres consejeros de IU, teniendo en el bolsillo el apoyo formal de la ejecutiva del PSOE a Susana Díaz como su sustituta. El relevo generacional se formalizará el 7 de septiembre y Díaz se convertirá en la primera mujer presidenta de la Junta. Griñán ha medido sus movimientos de forma pausada. Contra todo pronóstico, ganó unas elecciones sólo ante el peligro. Sus adversarios, incluido Rubalcaba, pensaban más en cómo dar el golpe de mano después de los comicios que en echarle un cable. Aún resuenan los ecos en San Telmo de aquella comisión gestora nonata que iba a tomar las riendas del socialismo andaluz una vez defenestrado por las urnas. Aprovechó su victoria sin perder un minuto y empezó a mover piezas. Con la oposición interna hecha trizas aupó a Susana Díaz. Ni Ferraz se atrevió a rechistar aunque tiraron la toalla después de fracasar las frenéticas reuniones que pretendían ponerle palos a la ruedas al proyecto de Griñán que se sustentaba en el cambio generacional, algo así como nombrar a la «bicha» en la sede del PSOE. «Quiero preservar a la Junta del caso de los ERE», afirmó en su comparecencia, consciente de que deja sin munición a su oposición externa y de que libera al PSOE de una losa pesada que podría ponerlo contra las cuerdas. El PP de Zoido ha sido sorprendido con el paso cambiado, sigue a por uvas y sin levantar cabeza. Griñán los ha dejado sin juguete y sin candidato. Hasta Zoido sabe que no se batirá con la nueva presidenta de la Junta. Sin embargo, Griñán deja paso, se va pero no se jubila. Seguirá como secretario general del PSOE de Andalucía. Estará ahí para que Susana Díaz pueda culminar el cambio generacional, que no puede acabar en su persona, debe entrar de forma evidente en su nuevo gobierno y para recordar que sigue siendo un barón. Por si fuera poco, seguirá como presidente del partido. Formalmente sus relaciones con Rubalcaba son correctas pero frías. Conviven juntos, pero en su relación no hay amor. Griñán sigue ahí sin moverse un ápice del guión de su soneto, sin desafinar.
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