María José Navarro

Ruindad

Esta mañana, al llegar a trabajar a lomos de una vespa vieja (mi glamouroso medio de transporte) se produce la siguiente escena: coche que se echa a un lado y espera un sitio que otro coche va a dejar libre. Cuando el coche aparcado sale, antes de que el que espera pueda maniobrar, un tercer coche se adelanta y le «roba» el sitio. Del primer coche sale una chica desesperada a decirle al ladrón de espacios que estaba esperando el sitio; el ladrón, un señor de cincuenta y tantos años con aspecto de criticar a los banqueros sin escrúpulos y a los políticos corruptos, se ha limitado a salir del coche, cerrar con llave y mandar a paseo a la chica con una sonrisilla despectiva. Los que han visto la escena han seguido adelante con su vida, salvo el chófer de mi vespa vieja, que le ha dicho a la chica que más adelante se estaba yendo otro coche en ese instante por pura casualidad. La chica, llorando, nos ha dicho que llevaba media hora dando vueltas para aparcar, que tenía una entrevista de trabajo y llegaba tarde. Afortunadamente, imagino que habrá podido llegar a tiempo para su entrevista. Y una, rencorosa y retorcida, desea en el alma que le haya ido bien, que le hayan dado un trabajo con plaza de garaje incluida y que el lunes, cuando se incorpore, reciba la visita en su despacho de jefa de su subordinado directo, cierto señor de cincuenta y tantos años con aspecto de criticar a los banqueros sin escrúpulos y a los políticos corruptos que deseará en ese momento haber tenido la educación que sin duda sus padres le inculcaron.