Historia
Saber llorar
Decía Unamuno que hay que saber llorar. Y eso implica percibir cómo y dónde hacerlo. Nuestras lágrimas nos definen, son una suerte de grafología que muestra cómo somos, un adn acuoso pero muy fiable. El mismo trazo definitorio sucede con el duelo y el respeto. Desde hace 10 días, el mundo viene expresando su dolor y su solidaridad con las víctimas de los atentados terroristas en Londres. En todos los lugares imaginables menos en uno: el partido de fútbol de clasificación para el mundial de Rusia entre la selección de Australia y la de Arabia Saudita. Los jugadores saudíes decidieron pasarse por el forro de los mismos el minuto de silencio en señal de duelo por las 8 personas muertas que el mundo sigue manteniendo vivos. Se justificaron diciendo que esa muestra de duelo no es propia de su cultura. Las aberraciones que se cometen mentando la cultura rivalizan con las que se perpetran en nombre de la religión, y ambas sobran. No sé si chirría más su sabida falta de humanidad o que a esa desidia moral lo llamen cultura. Huelga decir que es falso, que ya han guardado minutos de silencio en otras ocasiones, pero ni siquiera importa. Sabíamos que en este país no se respetan los derechos de los vivos, ahora sabemos que tampoco se respetan los de los muertos, y mucho menos su memoria. A Arabia Saudí, un país que recién rompió sus relaciones con Catar por alentar el terrorismo yihadista, no le figura en su cultura el duelo por las víctimas de ese terrorismo. Menos mal que sabemos que la contradicción es parte de su cultura saudita, un país donde se celebra un Foro de la Mujer sin presencia femenina. Pero tampoco hay que irse tan lejos para encontrar semejante sequía humanitaria y aridez moral que algunos ignorantes tildan de cultura. En Ferrol, su ayuntamiento, gobernado por Izquierda Unida, Podemos y demás batiburrillo de siglas, ha decidido negarle homenaje y reconocimiento a Ignacio Echeverría, nacido allí. Dicen que «el chico» no tenía vinculación con la ciudad. Ni ellos con la actividad cerebral, y ahí están. Sobra tontería, y falta más Unamuno: «Saber llorar es la sabiduría de la sencillez». Algunos, ni llorar saben.
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