Carlos Rodríguez Braun
Sachs, o el economista
En su reciente libro, «La industria de las ideas», Daniel W. Drezner recuerda la interesante historia del célebre economista norteamericano Jeffrey D. Sachs. En su libro de 2005, «El fin de la pobreza», Sachs presentó su solución a la pobreza en el mundo: gastar más. Afirmó que la pobreza de África podía ser eliminada en 20 años si la ayuda exterior aumentaba en 150.000 millones de dólares. Había que invertirlos, entre otros capítulos, en mejorar el riego, los fertilizantes y las semillas. En esa época los economistas del desarrollo ya eran cada vez más escépticos sobre el papel de la ayuda exterior, pero a Sachs no le importó, y tenía el peso suficiente como para que personalidades políticas relevantes lo escucharan, como el secretario general de la ONU, del que fue asesor. Hasta la Universidad de Columbia mordió el anzuelo y le ofreció un contrato para que dejara Harvard, cosa que hizo.
Una vez en Columbia recibió mucho dinero para dirigir centros como el Earth Institute de la propia universidad, con un presupuesto operativo de 10 millones de dólares. «El buen profesor pasó a ser asesor de varios países del África subsahariana, como Etiopía, Kenia, Nigeria y Uganda». Con una inagotable confianza en sí mismo, el proselitismo de Sachs sobre Sachs fue constante. Y exitoso su libro llegó a ser portada de la revista «Time», «lo que es algo muy poco usual para los libros sobre desarrollo económico, o incluso para los libros en general».
Artistas y filántropos acudieron cual fidedigno séquito, como el cantante Bono, que escribió el prólogo a «The end of Poverty», o Angelina Jolie, que calificó a Sachs como «una de las personas más inteligentes del mundo». Atrajo a George Soros y Tommy Hilfiger, entre otros; y su proyecto Aldeas del Milenio recaudó cientos de millones de dólares de organismos públicos y privados. Y se puso en práctica en una serie de pueblos africanos. El libro, comprensiblemente, llenó de entusiasmo a los economistas de izquierdas, mientras que otros lo criticamos (puede verse «Nostalgia de Bauer» aquí: http://www.carlosrodriguezbraun.com/otras-publicaciones/). William Easterly, de la Universidad de Nueva York, apuntó que la ayuda exterior padece una «ilusión tecnocrática» que consiste en creer que la pobreza se supera con medidas técnicas como más fertilizantes, etc., y acusó al proyecto de Sachs de ser «peor que inútil si carece de instituciones propias del buen gobierno».
También lo criticó la distinguida economista del MIT Esther Duflo, Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2015, quien, junto con otros especialistas, «advirtió que, si las intervenciones de Sachs no eran comparadas con un grupo de control de aldeas que no recibieron su ayuda, no había manera de demostrar que sus esfuerzos se concretaban en mejora alguna».
Al final, como era de esperar, el proyecto no tuvo el éxito que el muy ambicioso Jeffrey Sachs le auguraba con tanto entusiasmo. Lo veremos el próximo día.
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