Ely del Valle

Sánchez pasa la frontera

La Razón
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España es un país increíble en muchos aspectos, ahora bien, en lo que a política y políticos se refiere estamos sumidos en un caos mental de muy difícil explicación. Sólo así se explica que los mismos que han demonizado las mayorías absolutas sean ahora los primeros interesados en conseguirlas aunque sea matrimoniando con su depredador natural. En otros países de temperamento más moderado, nadie contemplaría otra posibilidad que la de dejar gobernar en minoría al partido con más votos, que a la hora de la verdad es un chollo para la oposición, que obtiene un buen margen de maniobra, y una faena para el que forma gobierno, que ve reducida la suya. Aquí no. Aquí lo importante es dejar en evidencia, como si se tratara de una virtud, que la tirria africana al rival pasa por encima del «interés común» con el que a todos se les llena la boca lo que dura una campaña electoral.

Es precisamente este punto en el que está instalado el PSOE de Pedro Sánchez, que ni siquiera es el de todos los socialistas de carné que creyeron que abrir la participación en las primarias a todos los militantes significaba que las decisiones se tomarían por consenso. Sánchez lo tiene claro desde el principio y está dispuesto a lo que sea con tal de evitar que los suyos lo entierren vivo. Sus posibilidades se reducen a dos: intentar gobernar y convertirse en intocable o resignarse a no hacerlo e irse a la cola del Inem. Así de simple. Por eso, y aunque le piten los oídos, su primera visita post electoral ha sido a Portugal, no tanto para tomar nota como para que la nota la tomen los suyos. Este viaje, aunque sólo haya sido para comprar toallas, es en sí mismo una declaración de intenciones. Sánchez está dispuesto a traspasar fronteras, y el que no lo quiera ver, peor para él.