Carlos Rodríguez Braun

Santiago Posteguillo

Gracias a Begoña Gómez de la Fuente, amiga y compañera de «Herrera en la Onda», he pasado un buen rato con Santiago Posteguillo y su «La noche en que Frankenstein leyó El Quijote» (Planeta). Con el adecuado subtítulo de «La vida secreta de los libros», no trata de textos sino de contextos: Christopher Marlowe como William Shakespeare; Auguste Maquet, el «negro» de Alejandro Dumas; el discurso en verso de José Zorrilla en la Real Academia Española; la pasión de Mary Shelley por el Quijote; la torpeza de los editores Cadell al rechazar las obras de la joven Jane Austen (habían sido los editores de Adam Smith, por cierto); la ludopatía de Dostoievsky, que sabía de qué iba «El jugador»; el bautizo furtivo de Rosalía de Castro en Santiago de Compostela; la posible despreocupación de Dickens ante la piratería informática; la ironía de la esquina valenciana entre Pérez Galdós y Ángel Guimerà; la muerte y resurrección de Sherlock Holmes; las deudas de Walter Scott; la trinchera de Raymond Chandler; los manuscritos salvados de Kafka y los nunca descubiertos; el último vuelo de Saint-Exupéry; Tolkien ante los derechos de autor; y la cantidad de escritores que hacen de Irlanda un lugar único: Swift, Wilde, Shaw, Beckett, Joyce, Yeats... es como si chuparan la sangre de las letras con «Drácula», porque Bram Stoker también fue irlandés. Y el mérito de J.K. Rowling. Y el enorme valor de Solzhenitsyn, que se atrevió a decir que el comunismo es lo que es: el más sanguinario y brutal de todos los sistemas políticos.