Toni Bolaño
Se vive mejor
Artur Mas ha conseguido una nueva victoria. Como Marx –Groucho– sigue en su senda de victoria en victoria hasta la derrota final. Cuando el Parlament aprobó el 23 de enero una declaración soberanista con el apoyo de CiU, ICV, ERC y un diputado de la CUP, Mas sabía que su recorrido sería corto. Sabía que el TC le pararía los pies. Este era su objetivo. El ejecutivo nacionalista está inerte, su actividad es prácticamente nula y sólo agitando el «mantra» de la secesión consigue animar los instintos y los sentimientos de los suyos. Siempre contra el enemigo se vive mejor.
La suspensión de la resolución ha permitido a Mas rasgarse las vestiduras ante un nuevo ataque del estado. Buscó la confrontación y el TC se la ha servido en bandeja. Henchido de satisfacción ha desempolvado sus argumentos más queridos. Yo soy Cataluña y el Parlament será fiel a su declaración y España nos agrede porque el TC cuestiona la voluntad de las urnas.
Mas está encantado mareando la perdiz. El lunes convocó una cumbre por el derecho a decidir que acabó como el rosario de la aurora y ayer, el Parlament, constituyó una comisión. La burbuja alcanzó el máximo esplendor con la suspensión del TC. ¿Qué más puede pedir?
Mientras el personal está entretenido en este cíclico debate, no se habla del paro, de las deficiencias en la sanidad, del deterioro de la educación, de los impagos del gobierno al tercer sector, de la paralización de las inversiones por la prórroga de presupuestos y, ni tan siquiera, de los funcionarios que no sólo perderán una paga extra sino también su empleo. El éxito es total.
El TC ha dado un toque de atención, pero lo ha recibido como un maná caído del cielo. Es oxígeno para seguir adelante envuelto en la bandera y señalando al enemigo. Sólo una cosa le preocupa. Su socio a tiempo parcial, Junqueras, se llevó un traspié y acabó con un esparadrapo en la frente antes de votar por el derecho a decidir. ¿Será un aviso a navegantes? Se pregunta en su fuero interno.
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