Paloma Pedrero

Segunda clave

Según la ciencia, la segunda clave para ser feliz es la de relacionarse, conectar con la gente. Cierto, no podemos estar solos. O mejor dicho, podemos cuando sabemos que es puntual y elegido, que cuando venga el hambre de compañía podremos tenerla. El problema hoy, sobre todo en las grandes ciudades, es que vivimos aislados en nuestra casa y en nuestro yo. No confiamos en la bondad de los desconocidos, que decía Blanche en «Un tranvía llamado deseo». Así que sólo nos relacionamos, y no siempre bien, con la familia y amigos de ésta. Cuando no se tiene pareja la situación se complica, hay que hacer un verdadero encaje de bolillos para llenar los huecos de la soledad. Peor aún se pone la cosa cuando no eres habilidoso en generar amores y amigos, cuando esperas que sean los demás los que te llamen, los que se acuerden de ti, los que soliciten tu presencia. La desconfianza, el miedo a los otros, el orgullo mal entendido, pueden traernos graves problemas de aislamiento. Y desdicha. Para relacionarse hay que abrirse a lo desconocido. Hay que mirar sin juzgar. Hay que hacerse visible al mundo. A mi me sorprende la cantidad de personas que ni miran ni se dejan mirar. Nos hemos engañado al pensar que poseyendo lo material necesitaríamos menos lo humano. Una llamada, una sonrisa, un paseo con alguien amable es como el agua, imprescindible. Y no hay máquina, ni billete que pueda sustituir el calor de un ser vivo. Los bebés no crecen cuando carecen de amor, a los adultos nos ocurre los mismo, si no nos relacionamos languidecemos hasta morir. Una sociedad mejor tendría que estar llena de puertas abiertas. A los otros.