Pilar Ferrer
Sepultado bajo Esquerra
Se encuentra en una encrucijada. Entre la espada y la pared. Artur Mas ha de cumplir a rajatabla el plan de ajuste si quiere el dinero del Fondo de Liquidez Autonómico. Pero Esquerra Republicana, auténtica vencedora del órdago soberanista, le exige lo contrario. En su encuentro con Oriol Junqueras, un líder ahora en inmejorable situación, Mas planteó la posibilidad de nuevas elecciones si no logra un acuerdo sólido de gobierno. Ello no le preocupa a ERC. Los resultados del 25-N revelan claramente que el voto secesionista ha ido a la formación de Junqueras, poseedora de este «pedigrí». Ha sido el clamoroso fallo de Mas.
Tiene razón Durán i Lleida al decir que no se interpretó correctamente la manifestación de la Diada. Lo mismo se piensa en Moncloa y en el PP. Esa movilización debió analizarse en frío, no con tanto ardor soberanista. CIU ha perdido su voto moderado, que tan buenos réditos le dio siempre en Madrid, mientras que las posturas radicales doblaron las expectativas de ERC. Un partido asambleario que no quiere ayudar a Convergencia, sino sepultarla para recoger todo el espectro nacionalista. Junqueras tampoco desea entrar en el Govern. Su posición es excelente: que Mas se coma solito el «marrón» de la crisis, aunque ofrece colaborar desde fuera si se aceptan sus exigencias.
Un panorama desolador e inestable. El partido de Durán, Unió Democrática, cuyo Consejo Nacional se ha reunido este fin de semana, apuesta por tender puentes. Con el Gobierno, en Madrid. Y con los socialistas, en Cataluña. Pero será altamente difícil si Artur Mas persiste en sus acuerdos con ERC. Mal compañero de viaje, como se vio en la etapa del «Tripartito». El escenario se complica y desde Moncloa vigilan.
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