Sevilla

Sevillanas de Tronío

La Razón
La RazónLa Razón

Comencé mi jornada en la Feria de Abril a las 12:30, aplicando aquello de «primero la obligación que la devoción», pero la obligación es tan placentera que compensa. El martes las cosas habían vuelto a su ser. Los sevillanos llevaban varios días de Feria y libres de trabajo, pero el martes hay que compaginar trabajo y Feria. Los madrileños volvían a su tierra –por cierto, para cuándo un homenaje a tantos madrileños que tienen a Sevilla como su segunda casa–, con lo que la magia de las mañanas sin apenas público volvió, acompañada de un cielo y una luz de copla y de un sol que quería ser de verano. El dirigente del PP, Juanma Moreno Bonilla, por cierto muy elegante, era el invitado político del programa de Onda Cero. Sabido es que la Feria que cuentan los que están en el poder y la que relatan los de la oposición son dos mundos diferentes. ¿Se darán alguna vez cuenta de que venir con el argumentario hecho de casa, sin tan siquiera echar una ojeada a lo que pasa, es una de las causas que los alejan cada vez más de la realidad? Después del aperitivo en «El Machacante», junto a unos amigos iniciamos el tradicional recorrido. Parada en la caseta de Carlos Herrera, donde de plato del día eran fabes, realizadas por el dueño del restaurante la Hoja de Madrid. Maravillosas, pero imprudente repetir, como fue mi caso. La fabada es tan buena como traicionera. De allí a la caseta de Cajasol, donde su presidente, Antonio Pulido, recogía, nunca mejor dicho, a toda Sevilla. Saludé a la presidenta, Susana Díaz, que disfrutaba hecha una madraza con su hijo vestido de corto. Un descanso en la batalla, como me confesó. Le dejé claro que rezo para que sea la elegida. El tal Sánchez me pone a cantar aquello de «miedo, tengo mucho miedo». Luego vinieron las sevillanas. De nuevo en la de Herrera, que se lució mucho con la gran María Rosa, Nieves Álvarez y Laura Sánchez. La señora del teniente general jefe de la Fuerza Terrestre me confesó que estaba deslumbrada. Y es que Sevilla, en momentos como los que relato, es incomparable.