Rosetta Forner

Sí al respeto

La escuela actual no es lo que otrora era: un lugar donde se despejaban mentes, se instruían personas y se forjaban sueños con garantía de realidad. Esos tiempos son «fósiles» para el recuerdo. Tampoco la sociedad actual es mejor. Si al profesor se le ha perdido el respeto, tampoco en la calle abunda. Mi teoría es que se desde hace unos treinta años el progreso material y tecnológico le ha conferido al ser humano un «rango de superioridad» que le ha hecho creerse «mejor que el resto». Se ha fomentado el «egocentrismo» en detrimento de la compasión, la sensatez y la humildad. Respetar a otro ser humano es concederle el derecho inalienable de la libertad y la dignidad. El egocentrismo trae consigo una autoestima y valía deterioradas. Consecuentemente, no se admiten «opiniones diferentes» ni se valora el saber, la profesionalidad, el esfuerzo. Las personas egocéntricas e inmaduras quieren las cosas a su manera, y pobre del que ose discrepar. Una sociedad sin responsabilidades, inmadura, no respeta ni tolera que alguien le ponga los límites, por eso la frustración se adueña de su ánimo y busca un culpable al que poder castigar para así descargar su ira y recuperar el puesto «en su centro solar» y disimular su falta de sentido vital. La autoridad es un concepto amplio y presto a equívocos. Considero que tiene «autoridad quien sabe hacer algo mejor que otros» o «tiene más conocimientos o destreza en algo». Para poder erigirse en «autoridad» uno debe ser valiente, congruente y consecuente, atreverse a ser diferente al resto, no contemporizar y sí poner límites (sinónimo de hacerse respetar). Si uno no se respeta a sí mismo, no hará que le respeten: lo que se permite es lo que se fomenta. Para dejar de ser una sociedad demagógica debemos animar a los individuos a asumir las responsabilidades que acompañan a sus derechos; sólo así recuperaremos el sentido común: ni el maestro es incuestionable, ni el «niño» tiene la razón porque sí. No al servilismo, sí al respeto.