Alfonso Ussía
Sin intérprete
Existen milenarias naciones cuyos dirigentes, cultos y políglotas, no necesitan de intérpretes para entenderse. Es el caso de Cataluña –«Catalunya» en San Sebastián de los Reyes–, y «Euskadi», «Euzkadi», «Euskalerría» o «Euskal Herría», que todavía no se han puesto de acuerdo en algo tan esencial como es el nombre del ancestral Estado. La fórmula tradicional, siguiendo las directrices del padre Larramendi, sería «Euskalerría», pero la modernidad ha impuesto la separación de las voces y la «H» de «herría», que adorna sobremanera. La denominación más cercana al sentimiento nacionalista era «Euzkadi», más sabiniana que «Euskadi», pero menos popular. Ese cambio fue el que impulsó a Javier Arzallus –que así se llamaba en su infancia, juventud, y moderado otoño–, a eliminar la «s» final de su apellido por una «z», quedando en Arzalluz, de esta forma, divinamente. Un lío, porque al fallecer su hermano Florencio –creo que así fue bautizado–, también jesuíta, éste había dejado escrito un pliego de últimas voluntades en el que pedía a la Compañía de Jesús y a su familia, que su esquela en «El Diario Vasco» de San Sebastián se redactara íntegramente en español y con su apellido de siempre, Arzallus. No obstante, y a pesar de tanto lío, el nuevo dirigente del paleolítico Estado se apellida Urkullu, y no hay que darle más vueltas. Así que Urkullu recibió al Presidente de la nación más antigua del Mediterráneo, Cataluña, y no precisaron de intérpretes para alcanzar un fundamental acuerdo. Sumar fuerzas, pensamientos y dinero para lograr la independencia que los españoles les arrebataron en tiempos de los dinosaurios, diplodocus más o tiranosaurio menos.
Se entendieron hablando en español, lo cual se me antoja una ordinariez. El español, cuyo origen es el castellano, es un idioma poco desarrollado que nubla los matices. Se habla en España, en una zona pequeña de los Estados Unidos, en México, en la América central, en Sudámerica, en reducidos islotes como Cuba, Puerto Rico y Dominicana, y aún se utiliza por la llamada clase alta de Filipinas, esas islas que están donde no hay derecho que estén, en el quinto coñamen. Después de entenderse y alcanzar el acuerdo, presenciaron en el palco el partido internacional de fútbol conocido en el mundo como el de la «máxima rivalidad entre naciones ancestrales». Nada más y nada menos que un «Euskadi»–Cataluña, pero en el caso que nos ocupa, y siguiendo la recomendación del Alcalde del Partido Popular de San Sebastián de los Reyes, con el nombre de «Catalunya», que inspira mucho más respeto. Mala suerte que para completar a una seleccion y a la otra tuvieran que alinear a quince futbolistas que el castellano Del Bosque ha utilizado y utiliza para la Selección nacional de España, lo cual no deja de ser un contrasentido y un enigma de muy interesante conclusión. El partido, competido con gran ardor ancestralmente patriótico finalizó en empate a un gol, y las aficiones de los dos conjuntos se unieron posteriormente y entonaron bellas canciones locales, destacando «Na catalineta» y «Pello Joxepe», cuyas entonaciones a punto estuvieron de provocar graves episodios vasculares en unos y otros por aquello de la excesiva emoción. Finalizado el ancestral evento deportivo, Mas voló hacia Barcelona y Urkullu restó en «Ajuria Enea». Una nueva prueba de la gran injusticia. Sabedor de la celebración tradicional de tan importante partido, el Gobierno de la España invasora no ha construído aún el AVE Vitoria-Montserrat, a pesar de su constante y multitudinaria demanda. Fuentes consultadas del Gobierno de la España invasora coinciden en afirmar que el AVE Vitoria-Montserrat no está descartado, y que su construcción depende exclusivamente de que la familia Pujol devuelva algo del dinero que ha heredado durante sus muchos años de herencia continuada.
Me parece indigno que las cadenas de televisión de «Podemos» –sí, lo siento, «La Sexta» y la Cuatro–, no hayan ofrecido en directo tan maravilloso evento futbolístico. Se rumorea, que Pablo Iglesias prohibió su emisión por motivos tácticos, advirtiendo a los responsables de tan distinguidas cadenas que de hacerlo, perderían todas las papeletas para presidir en un cercano futuro Televisión Estatal, que será el nuevo nombre de Televisión Española, que ya es hora de que se tomen medidas urgentes al respecto. Gracias a la técnica, pude grabar el partido, y hoy que amenaza algo de lluvia en la atardecida, lo voy a pasar como un enano presenciando el enfrentamiento ancestral.
Lástima que la conversación entre los dos paleolíticos mandatarios no se haya ofrecido ni en directo ni en diferido. Pero se ha filtrado una frase, que de ser cierta, puede cambiar el futuro de la nación invasora con ese absurdo idioma común: –Creo, Iñigo, que ha llegado el momento de exigir la independencia–; –bueno, Arturo, si tú lo crees–...¡ Y sin intérpretes!
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