Cástor Díaz Barrado

Sin paz en Siria

La Conferencia sobre la paz en Siria, celebrada en Ginebra, ha demostrado, una vez más, que el conflicto que aqueja a este país árabe tiene una muy difícil solución. Las partes en el conflicto están sumamente enfrentadas y no se atisban, por ahora, puntos de acuerdo. Está claro que hay que poner fin, cuanto antes, a este conflicto que está causando un verdadero desastre humanitario. Nadie podía prever que las revueltas iniciales en Siria se convirtieran en una guerra civil ni que se produjeran, como está sucediendo, tantos horrores. Por mucho que se quiera, el régimen de Bashar Al Assad no es la solución y es muy posible que algunos de sus integrantes tengan que responder, en un futuro próximo, de crímenes contra la humanidad ante instancias internacionales. Pero ahora, la comunidad internacional debe centrar todos sus esfuerzos en impedir tanta desolación y tantas muertes y evitar que siga creciendo el número de refugiados. Aunque no se pueda lograr la paz de manera inmediata, por lo menos que se ponga fin a las masacres que están ocurriendo y que se sienten las bases mínimas para que los interesados, sobre todo los países que apoyan a una u otra de las partes enfrentadas, puedan iniciar y culminar un diálogo con el objetivo de alcanzar la paz. El número de muertos que se ha producido en Siria durante el desarrollo de las conversaciones de Ginebra II ha sido espectacular y es una buena muestra de que la cuestión humanitaria debe ser la prioridad. La situación es más que dramática y a las muertes por los combates se suman, ahora, el hambre y la desnutrición. ¿Cuánto horror podrá aguantar la comunidad internacional antes de actuar? ¿Hasta qué punto están dispuestos a llegar los responsables de este conflicto? Paralizado el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, no queda otro remedio que negociar hasta la extenuación y antes de que Siria se convierta en el mayor fracaso de la comunidad internacional en el siglo XXI. El régimen de Bashar Al Assad ha demostrado tener mayor capacidad de resistencia que la que cabía esperar y, sobre todo, que cuenta con muy buenos aliados para su causa. Además, sectores de la fragmentada oposición siria han dado muestras de que sus comportamientos no pueden ser aceptados por los países occidentales. Como siempre, los verdaderamente perjudicados siguen sufriendo las consecuencias de un conflicto que debe terminar. La comunidad internacional no debe esperar a que se produzca una situación de vencedores y vencidos. Muchos sirios han perdido ya toda la esperanza.