Política

Restringido

Sin portazo

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La entrevista en la Moncloa, tras casi un año de incomunicación, ha durado más de lo esperado y ha acabado sin portazo. No es poco. Al observar el frío saludo inicial entre Rajoy y Mas, los augurios no eran buenos. Tampoco hay que fiarse mucho de las versiones convenidas que se dan después. El honorable Tarradellas salió de su primer encuentro con el presidente Suárez declarando que todo había ido muy bien y luego se supo que aquella conversación entre ambos había sido un rotundo fracaso. Pero, en fin, habrá que aceptar esta vez la versión del todavía presidente de la Generalitat, al que, con el «escándalo Pujol», le han retirado la escalera y se ha quedado colgado en el aire con la brocha en la mano.

No era conveniente que regresara a Barcelona, en las presentes circunstancias, con un fracaso ostensible y una patada en el culo, aunque, en el obsesivo monotema de la consulta soberanista se ha vuelto como había venido y con las orejas gachas. Insiste en que es preciso que el pueblo catalán se manifieste en referéndum, que quiere que sea legal y que si esto se le niega «entraremos en otra fase que ahora no voy a comentar». ¿Tercera vía o tercera fase? Ahí andamos. De una u otra forma, la respuesta está en las sagradas urnas.

Parece que Rajoy no ve claro lo de la tercera vía que propone el PSOE. Por dos razones: porque no hay consenso suficiente para abordar ahora la reforma de la Constitución y porque existe todavía menos consenso, según los sondeos, sobre cómo resolver el endiablado problema regional. Las propuestas son contradictorias. Hay una fuerte y creciente corriente de opinión pública partidaria de reducir la autonomía de las regiones y contraria a incrementar en ninguna de ellas los privilegios, que aparecen como injustos y discriminatorios. Los agravios comparativos están a la orden del día y pueden estallar. La opinión pública española está empezando a cansarse de tantas ofensas y de tantas exigencias. Así que no es descartable que la reforma, si se aborda, vaya en dirección contraria a la que proponen los nuevos federalistas y acabe fijando un reforzamiento de las competencias exclusivas del Estado central, empezando por cuestiones tan importantes y sensibles como la educación. En eso lleva razón Artur Mas. «Si el Estado propone una tercera vía la estudiaremos». Hace bien en no fiarse.

De momento se conforma con recuperar el sentido práctico y sacar de Madrid inversiones en infraestructuras, algún arreglo fiscal y una bolsa de euros para hacer frente a las necesidades perentorias. Le interesaba más que nunca, como digo, no volver a Cataluña como un fracasado, ahora que se ha hundido estrepitosamente el régimen pujolista, del que él es hoy el principal representante y empieza a romperse la espiral del silencio que tenía encadenada a la opinión pública catalana. «El clima de diálogo sigue abierto», ha dicho. ¡Qué bien!