Alfonso Merlos

Sin tiempo que perder

Sin margen para la distracción ni para sestear. No lo habrá en el curso político que arranca porque no lo ha habido en la primera mitad de la legislatura. Como debe ser. Estamos en la incesante hora de la verdad. La buena noticia para el Gobierno es que probablemente haya salvado ya el tramo más duro de desgaste (la algarada, la incomprensión, el sectarismo, la rabia incívica, las hipócritas mareas de todos los colores). El desafío es conseguir/consolidar que ese momento más difícil lo hayamos superado los españoles: que se haya tocado fondo y estemos en el lento pero imparable comienzo de la remontada. Ya.

Es ahora, quizá con más fuerza y convicción aún, cuando el Partido Popular deba probar la consistencia de su mayoría absoluta para legislar acelerando y complementando su agenda reformista; cuando a nivel de ayuntamientos y comunidades autónomas y de medidas que favorezcan a las pequeñas y medianas empresas deba demostrar que es posible cambiar del todo lo que no funciona para que España vuelva a ponerse definitivamente en marcha. Con buen paso.

Eso es lo fundamental. Desde luego aprovechando que gracias a las políticas de este Ejecutivo nos hemos quitado la soga del rescate del cuello, y que estamos empezando a tomar alguna bocanada de aire que nos aleja de la asfixia del pago de la deuda. Y desde luego explotando las elecciones europeas no sólo para reforzar la confianza en un programa y una forma de hacer las cosas, sino para renovar/oxigenar los equipos que –en La Moncloa y en cada ministerio– hacen esas cosas.

Es la capacidad de transformar de Rajoy y sus lugartenientes la que ayudará a que este país cambie pronto su aspecto y su carácter: se nos verá más saludables y actuaremos con más confianza. Hay trabajo. Estamos en el camino. Es posible.