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Sindicatos en «celo»

La Razón
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«O me das, o te doy» es la frase mágica, la máxima que tradicionalmente y de forma preventiva han venido aplicando los sindicatos –entiéndase en sus buenos tiempos– a la hora de hacer valer sus posiciones de fuerza disuasoria frente al gobierno de turno. No podía esperar Mariano Rajoy, tras su encuentro de hace unos días con los agentes sociales, que la representación sindical saliera de La Moncloa haciendo precisamente loas de la política económica que en sus grandes trazos pretende mantener el gobierno. Más bien al contrario, lo que tocó fue toda una escenificación de descontento que venía a justificar las movilizaciones anunciadas para mediados de diciembre. Rajoy, sin embargo, consiguió algo, como él mismo diría, nada menor en ese encuentro. Los sindicatos no se plantean a día de hoy ni por asomo darle a Podemos el gran gustazo de promover una huelga general.

Una cosa son las movilizaciones de «celo» previstas para el 15 y el 18 y otra muy distinta es que las centrales sindicales –y estas sí que están incrustadas en el sistema de la «casta» tan manoseado por la formación de Iglesias– se conviertan, en su peor momento de credibilidad desde hace décadas, en correas de transmisión de una opción política que se apoyará en el discurso de los recortes y la precariedad laboral para golpear al gobierno pero indirectamente al trasero del partido socialista. Tal vez por ello, tanto los líderes sindicales como el presidente de la gestora del PSOE se han apresurado esta misma semana en marcar una línea de actuación común que, más que cortar el aire a la acción del gobierno, busca un mutuo beneficio. A los sindicatos, recuperar un pulso en la calle perdido hace ya mucho tiempo, y al PSOE, marcar, sobre todo ante una militancia que aún recoge en parte los cristales del espejo roto de Pedro Sánchez, una imagen de clara oposición desde la izquierda frente a la exclusividad pretendida por la estrategia de Podemos.

Pero los tiempos para quienes tratan de pescar ahora en el caladero de un pretendido descontento social no son ya precisamente los mejores. Los peores años de nuestra crisis económica no sólo no fueron rentabilizados por unos sindicatos sin credibilidad, reclutando liberados para llenar las manifestaciones del 1 de mayo y enfangados hasta las cejas en escándalos como los ERE y los cursos de formación. Fueron más allá nuevas opciones como la de Iglesias, quienes acabaron naciendo al albur de esa crisis. Al Gobierno de Rajoy ni siquiera le hace falta a día de hoy marcar claras líneas rojas en el plano económico y dejar entrever de vez en cuando el «botón nuclear» de un adelanto electoral. Son los interlocutores de la reunión de este lunes, Toxo y Álvarez por CC OO y UGT y Fernández por el PSOE, quienes saben que, en el país que más empleo viene creando en toda la unión europea, el terreno para una gran contestación ya no está tan abonado, salvo que quiera caerse, eso sí, en el centrifugado de la máquina podemita.