Alfonso Ussía

Solbes

Solbes ha vuelto. Me había olvidado de Solbes. Habla de un documento. Explica, siempre a su manera, que ese documento que entregó a Zapatero fue la causa de su salida del Gobierno. Pero Zapatero no recuerda el documento y en los archivos de La Moncloa no aparece por ningún lado.

Uno de los dos miente. Sólo me he dormido en una ocasión en un acto público. Un desayuno en el Ritz con Solbes de protagonista. Me despertó un conocido empresario. «Está bien que te duermas, pero no que ronques». Mi incapacidad para entender a los economistas viene de antiguo, pero lo de Solbes me supera. Asistí a una conferencia en Zúrich de un economista alemán. Zúrich es una ciudad muy aburrida y el plan se me antojó sugerente. No hablo ni entiendo el alemán, pero la conferencia me pareció interesantísima, porque aquel economista hablaba con una pasión y un convencimiento admirables. No balbuceaba como Solbes, que es un orador perdido en sus balbuceos. Me asombró la cantidad de suizos de Zúrich presentes en la conferencia. Y su entusiasmo. Aquel hombre tuvo que decir cosas impresionantes, porque lo interrumpieron en distintas fases de su alocución con aplausos encendidos. Un buen orador cautiva en cualquier idioma, aunque no se entienda ni patata. Solbes, además de economista, es con toda probabilidad el hombre más aburrido de España. Como dijo Walter Graham, es más aburrido que ir a una boda y bailar toda la noche con tu propia madre. Cuando me despertó el empresario, Solbes respondía a las preguntas de los asistentes. Uno le preguntó por la inflación. «Sí, hay que reconocer que se dan síntomas que permiten afirmar que nuestra economía sufre un poco de inflación», dijo el ministro. El empresario despertador comentó que decir que hay un poco de inflación es como afirmar que una mujer está un poquito embarazada. Parece ser que la frase no era suya, pero animó a los que compartíamos la mesa, gente a la que jamás había visto anteriormente y con la que jamás pienso coincidir de nuevo. Días antes, Solbes había llamado antipatriota a Manuel Pizarro por «alarmar con una crisis económica inventada». Después vino lo que vino y que no se ha marchado todavía. Meses más tarde, envió un documento a Zapatero en el que le avisaba que sí, que pasábamos por una crisis angustiosa y que era imprescindible reducir el gasto público. Pero el documento se perdió. Y Solbes dejó de ser ministro, privándonos de su aburrimiento, y lo que es mejor, de su prestigiosa incompetencia. Nadie en España se apercibió que Solbes había dejado de ser ministro. Pero me intriga la desaparición del documento. Si un economista deja de ser ministro por un documento, ese documento tiene que estar en alguna parte. Tengo entendido que en el documento fantasma se criticaba con dureza la política económica del Gobierno de Zapatero, política que había desarrollado hasta ese momento el propio Solbes. He podido saber que el documento era un ejemplo de autoflagelación, un «yo acuso» firmado por el acusado que dejaba en muy mal lugar a quien perdió el documento. Pero la realidad está ahí. Solbes ha vuelto y habrá que adoptar medidas. De precaución, claro está.

Me dormí en el desayuno en el que fue protagonista. Pero no lo hice en el debate que libró con victoria demagógica con Manuel Pizarro. Estuvo mentiroso, grosero, distante y cínico. Por primera vez habló con claridad y todo lo que dijo fueron falsedades. Es un fundamental culpable de las penurias que padecemos. El documento fantasma ya no interesa a nadie. Y Solbes, menos aún.