Julián García Candau
Soldado se degrada
Roberto Soldado jugó en Osasuna, pero no tuvo trascendencia internacional. Jugó en el Getafe y le ocurrió lo mismo. En el Valencia probó las mieles del fútbol europeo y mundial y ello le creó prestigio profesional. Su participación en el Valencia, que es el equipo de su tierra, ha sido determinante para que su fama llamara la atención del Tottenham inglés. Su salida era inevitable porque la deseaba y ya se sabe hasta qué punto tiene importancia el deseo del jugador. El club no hizo otra cosa que defender sus intereses. Surgió, como suele suceder casi siempre, que los intermediarios, los Toldrá, pretendieron imponer sus normas económicas. Lucharon para que el club aflojara en sus pretensiones y hasta para que lo vendieran por menos dinero y luego exigieron un porcentaje por la intermediación que el presidente valencianista, Amadeo Salvo, no estimó de recibo.
El jugador, finalmente, ha sido traspasado a un club de la «Premier League» y ha puesto pies en pared en la despedida. Ha considerado que su familia son los representantes y no el club que le ha lanzado a la fama y que por su catapulta le han puesto delante un contrato más que satisfactorio. Su proyección internacional no ha sido cosa de los Toldrá, sino del Valencia Club de Fútbol y lo mínimo que se le podía exigir es agradecimiento. Ha sido capitán y en determinados momentos ha jurado grandes amores al club. Ahora se ha ido como simple mercenario. El Valencia vende y Real Madrid y Barcelona compran. Javier Tebas, el presidente de la Liga de Fútbol Profesional, ha justificado que sólo se potencien económicamente dos clubes españoles. ¡Vaya presidente de la Liga!
Posdata. Tebas merece moción de censura por parte de los dieciocho clubes de Primera División ninguneados.
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