Julián Redondo
Solo ante el peligro
En el apogeo del Elefante Azul, paquidermo dirigido con éxito contra los bastiones de Núñez y Gaspart, el líder de la plataforma atendía a Radio Taxi, con todos los respetos. «¿Está Joan Laporta? Que se ponga». Y como en los monólogos de Gila, se ponía. Hablaba del Barça; de política, ni mu. Alcanzado el balcón de Julieta, «Romeo Laporta», mecido por los éxitos de Guardiola, aprovechó la lluvia de títulos y el discurso balompédico desapareció entre nubes de humo y vapores de champán en «Luz de Gas». Laporta eligió una opción dependiente de los independentistas. Luego Sandro Rosell, antiguo camarada y sucesor, apareció en escena con una pose más meliflua con respecto al soberanismo, pero sin ocultar que en un hipotético España-Brasil en el Mundial de Suráfrica su corazón desearía una victoria «canarinha». Error. Una cadena de mentiras, con base precisamente en el Brasil de sus entretelas, se lo llevó por delante y correspondió a Josep Maria Bartomeu lidiar un morlaco que no había que torear en la Monumental, porque está clausurada, sino en los juzgados. Bartomeu ha heredado de sus antecesores más pleitos que satisfacciones. Pero como por encima de cualquier otra servidumbre está su barcelonismo despolitizado, da la cara en los tribunales por pecados que no cometió, aguanta la presión nacionalista y la del extrarradio, soporta la crítica de tirios y troyanos y, solo ante el peligro, en medio de la tempestad procura mantener el barco a flote aunque el timonel Luis Enrique confunda las cartas de navegación y no coopere. El horizonte es negro. Como el equipo no espabile, su porvenir es sencillamente chungo, más ahora que Laporta amenaza con volver.
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