Rosetta Forner
Sólo Asunta lo sabe
A veces, los culpables parecen inocentes, y estos últimos, culpables. El inconsciente «transmite» información que puede ser interpretada erróneamente. Si en su interior el padre de Asunta se lamentaba y «culpaba», como suelen hacer las personas cuando no hallan consuelo ante la muerte de un ser querido, y se dolía pensando que quizá, tan sólo quizá, a lo mejor, él podría haberlo evitado... –en el exterior, puede que a ojos de «expertos» sea interpretable como «síntomas obvios de culpabilidad». No está tan claro que unos «hombros hundidos» sean «signo inequívoco de culpabilidad». En el funeral de su hija Asunta, lloraba solo en un rincón, tapándose la cara con las manos. Puede que fuese la inmensa pena por haberla perdido de forma tan brutal e inesperada. Puede que le doliese el alma por no haberlo podido o sabido evitar. Puede que se le rompiese el corazón al saberse «cómplice»... De momento, sólo el cielo lo sabe. Somos muy dados a sacar el dedo acusador, cebándonos en alguien que nos pueda servir de «chivo expiatorio» para nuestros pecados y culpas personales. En la película «Cadena perpetua» (1994), Tim Robbins interpreta a alguien hallado culpable –según todos los indicios– del asesinato de su esposa y de su amante. Era inocente. Empero, las pruebas apuntaban a él. En la serie «Miénteme» se muestran «señales», signos inequívocos que hacemos cuando mentimos; éstos pueden estudiarse y llevarnos a inferir si alguien, en este caso, el padre de Asunta, miente o no cuando dice que es inocente. Por ejemplo, dilatación de la pupila, caída de la mandíbula–para ver esto, hay que filmar a la persona y pasar los fotogramas uno a uno, puesto que el ojo consciente no lo recoge, pero sí el inconsciente, ya que es «información subliminal»-. Las cosas no siempre son lo que parecen, no al menos al ojo consciente. De momento, sólo Asunta sabe quién o quiénes le cortaron el hilo de su vida dejándola suspendida en la mitad de la inocencia.
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