Ángela Vallvey

Sonría: están grabando

Ahora todo se graba. Así que tenga cuidado cuando usted, señor candidato electivo, ponga cara de espanto ante esa señora que se le abalanza en el mercado (justo cuando está rodando un spot publicitario muy chulo para la campaña electoral en el que aparece usted como un ser medio normal, que hace la compra y todo); tenga cuidado con esa mueca de pánico con que recibe a la buena mujer, tomándola por la airada yayoflauta participante en un escrache. Mientras usted hace gestos más o menos normales y lógicos –entre el horror y la patética sorpresa–, alguien estará grabando el momento. Lo subirá luego a YouTube y, a poco que se edite, aparecerá usted con mohín de repugnancia ante lo que resultará ser la cariñosa efusión de una madura y honorable ama de casa que, emocionada, se echa en brazos del primer famoso que se ha cruzado esa mañana, confundiéndolo con uno del Sálvame. Quedará usted como la Charito en la Legión. Como un miembro de la casta que rechaza, altivo, ser besuqueado en la boca por inocentes ancianitas. Que no se quiere mezclar con la plebe. Que se resiste a juntar virus y herpes labiales con el común contribuyente. Quedará usted como un prepotente, indigno de confianza y, mucho más, de votos.

Todo se graba, y los cortes de las grabaciones tienen un nivel de detalle del que resulta casi imposible salir airoso fotograma a fotograma. En uno de esos instantes estrafalarios, usted aparecerá con cara de virrey asqueado, y eso será usado en su contra, y en la contra de algún periódico afín a la oposición. ¡En un digital amarillo bilioso!

Tenga cuidado, amigo postulante a la poltrona. Pero no se estrese: al fin y al cabo, hasta dentro de cuatro años no se repetirá la jarana.